viernes, 1 de octubre de 2010

Aprendiendo a adorar

A menudo fallamos en nuestros intentos de alabar y adorar al Señor enredándonos en "tradiciones" o simplemente porque no sabemos cómo hacerlo. A continuación encontrará ocho ejercicios que pueden ayudarle a desarrollar una vida de alabanza significativa.


«Señor, solo queremos alabarte» «¡Alabemos al Señor!»
Si bien dichas frases pueden surgir de un deseo sincero de alabar a Dios, muy a menudo se convierten en repeticiones planas y estériles. Incluso pueden convertirse en un sustituto de una alabanza planeada. La palabra alabar no es mágica y referirse a ella no nos asegura una alabanza genuina.
Entonces, ¿cómo debemos alabar a Dios? Igual que en cualquier otra área de la vida cristiana, los ricos tiempos de oración y alabanza resultan del aprendizaje y práctica de principios. Por mi propia experiencia de cierta disconformidad en mi vida de alabanza y mi esfuerzo por ayudar a otros a gozar a Dios en formas más profundas y plenas, he descubierto algunos «ejercicios espirituales» que pueden servir de trampolines para alabar genuinamente. Estos ejercicios pueden practicarse individualmente o en grupos grandes o pequeños.
 
1. Utilice un lenguaje preciso

Una de las mejores formas para empezar a mejorar su disciplina de alabanza es pasar cinco minutos alabando a Dios por quien él es. Permítame ofrecerle tres prácticos consejos:
No utilice la palabra alabanza. Esto lo forzará a decir lo que quiere decir sin depender de una palabra que, quizá para usted, contenga un significado vago. La restricción tal vez le parezca algo difícil o extraña al principio; hasta podría sentir que sus palabras carecen del tipo de expresión que le gustaría que guardaran. Pero cuando empiece a orar lo que está en su corazón, sus alabanzas serán más naturales y empezarán a fluir en forma más espontánea.
No use la palabra gracias. Alabar y agradecer son acciones cercanas pero formas distintas de oración: le damos gracias a Dios por lo que ha hecho; lo alabamos por quien él es. Dar gracias es una parte importante de la oración, pero cuando no estamos seguros de cómo alabarlo se puede convertir en un sustituto de la alabanza. Eliminar los «gracias» de nuestro vocabulario nos ayuda a concentrarnos en alabarlo.

Intente empezar sus oraciones con «tú» en lugar de «yo». Por ejemplo, podría decir: «tú eres grandioso y poderoso» o «tú eres el Dios de toda consolación y misericordia». Esta guía lo ayudará a no concentrarse en usted o en sus peticiones. Dios, y no nosotros, es el centro de la alabanza.


2. Utilice los nombres de Dios

Los nombres son muy importantes para Dios. En el Antiguo Testamento, Dios se revela al hombre al introducir gradualmente sus nuevos nombres para ayudar a su pueblo a comprender quién es él. Él continúa este proceso en el Nuevo Testamento hasta que Jesucristo es revelado como Aquel a quien se le ha dado «el nombre que está sobre todo nombre» (Fil 2.9).
Enfocar la alabanza en los nombres de Dios puede ayudarlo a aprender a alabar en forma más eficaz. «Oh Dios, como es tu nombre, así es tu alabanza hasta los confines de la tierra; llena de justicia está tu diestra» (Sal 48.10). Empiece dedicando cinco minutos en alabanza, nombrando los diferentes nombres de Dios. Haga una lista de los nombres que encuentre en las Escrituras, como por ejemplo Creador, Salvador, Redentor, Roca, Amigo, el Varón de gran dolor, el Camino, Príncipe, Rey de reyes, Pan de vida, Consejero, Maestro, Cordero. En muchas librerías cristianas están disponibles muchos libros sobre los nombres de Dios y de Cristo.
Este ejercicio resulta muy instructivo cuando se usa con personas que no están acostumbradas a orar en voz alta con otras personas. (Usted puede suplirles una lista de nombres acompañados por las referencias de las Escrituras.) Haga que cada persona diga un nombre, ofrecido como una pura alabanza de quien es Él, y en silencio piense sobre el significado de cada nombre.
Para ir más allá con este ejercicio, diga un nombre seguido de una declaración relacionada a él. Este proceso puede ayudarlo a desarrollar alabanzas que estén centradas firmemente en la esencia de quién es Dios. Elaborar una lista de los nombres de Dios puede igualmente demostrarnos qué tan bien lo conocemos. 

3. Utilice las Escrituras

Aprenda a utilizar porciones de la Biblia que son expresiones de alabanza. Estas porciones se pueden leer y orar una y otra vez, o mejor aún, citar de memoria. Puede empezar con los siguientes pasajes. También asegúrese de iniciar a desarrollar su propia lista de pasajes favoritos de alabanza.
«¡Oh, profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos! Pues, ¿quién ha conocido la mente del Señor? ¿O quién llegó a ser su consejero? ¿O quién le ha dado a Él primero para que se le tenga que recompensar? Porque de él, por él y para él son todas las cosas. A él sea la gloria para siempre. Amén.» Romanos 11.33-34
Los salmos 19 y 145 son buenos ejemplos de alabanza con los que se puede familiarizar. Las grandes oraciones de la Biblia son también buenas fuentes de alabanza; piense en comprometerse a memorizar algunas de ellas. Por ejemplo, al Padre Nuestro lo encabeza una alabanza (Mt 6.9–13). La oración de Pablo a los efesios (Ef 3.20-21) llega a su clímax con un himno de alabanza:
«Y a aquel que es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que obra en nosotros, a él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén.»

4. Alábelo con música
La palabra alabar a menudo puede ser traducida literalmente en términos musicales. Por ejemplo, Hebreos 2.12: «en medio de la congregación te cantaré himnos» puede traducirse como «te alabaré». Cuando Pablo y Silas estaban en prisión en una cárcel de Filipo, cantaron alabanzas a Dios (Hch 16.25).
Los Salmos pueden convertirse en un himnario que nos ayuda a cantar alabanzas a Dios. Intente inventar sus propias melodías, o aprenda cantos de las Escrituras cuyo énfasis es la alabanza. Los himnos y los cantos que provienen de los Salmos están disponibles en varias publicaciones.
Los grandes himnos de fe pueden también ser un importante elemento de alabanza musical. En su tiempo íntimo de adoración usted puede empezar cantando la doxología. Al próximo culto de adoración que asista, intente alabar verdaderamente a Dios mientras canta los himnos —muy a menudo inconscientemente vociferamos las palabras familiares. Cantar los grandiosos himnos de la fe se está convirtiendo en historia. Como proyecto personal, comprométase a ser uno de aquellos que aprendieron a alabar porque respondieron a la exhortación de: «cantad alabanzas a Dios, cantad alabanzas, cantad alabanzas a nuestro Rey, cantad alabanzas» (Sal 47.6).
 
5. Alábelo a través de la poesía

Explore la poesía y los escritos de los santos cuyas vidas fueron expresiones de alabanza. Aprenda a llenar su mente con pensamientos ricos y profundos de Dios como este extracto de «¡Divina Majestad!» escrito por Frederick William Faber.
Lleno de gloria, lleno de maravillas,
¡Divina Majestad!
En medio de tus truenos eternos
¡Cómo alumbran tus rayos!
¡Océano ilimitado! ¿Quién te conocerá?
Tu propia eternidad te rodea,
¡Divina Majestad!
¿Alguna vez había pensado en Dios como un «océano sin orillas»? Dichos pensamientos cautivadores pueden inspirarnos y animarnos a ideas más grandes acerca de Dios.
 
6. Desarrolle meditaciones personales sobre Dios

Las personas que tienen grandes pensamientos acerca de Dios son aquellas que realmente lo conocen y quienes están dispuestas a «adorar en espíritu y en verdad» (Jn 4.24). Además al exponernos a los pensamientos de aquellos que realmente alabaron a Dios, podemos empezar a desarrollar tan hermosos y grandiosos pensamientos por nosotros mismos.
Invente y medite aparentes paradojas o cualquier otro pensamiento que lo ayudará a ampliar su concepto de Dios. Por ejemplo, «Te llaman el León y el Cordero. ¿Cómo puedes ser ambos al mismo tiempo?» «Eres simultáneamente telescópico y microscópico, ¿qué me dice eso acerca de ti?» «Eres todo Dios, todo hombre, y aun así no hay conflicto en ti —¿cómo puede ser esto posible?» Empiece levantando una lista (y auméntela en su cuaderno) acerca de ¡grandes pensamientos acerca de Dios! La grandeza de Dios llena el universo. Permítale que llene su mente y corazón.
 
7. Utilice guías de alabanza ya publicadas

Algunas veces tomar un enfoque más estructurado puede ayudarlo en su crecimiento. Esto es especialmente cierto si siente que ha alcanzado un punto en su vida de alabanza. Algo que me ha ayudado en dichos tiempos es usar libros, manuales, o guías de alabanza. Tres excelentes ejemplos son Una celebración de alabanza por Dick Eastman (Baker Book House, 1984), Un libro de alabanza por Joyce Blackburn (Zondervan, 1980), y Experimentar los atributos de Dios por Warren y Ruth Myers (Navegantes, 1978).


8. Encuentre la alabanza en lo ordinario

Aprenda a reconocer la alabanza en sus formas diarias y comunes. Aparece en los lugares menos pensados, pero cuando lo escucha, lo reconocerá. Escuchar las exclamaciones refrescantes y la emoción de los niños puede enseñarnos mucho sobre la alabanza.
Recuerdo cuando esperaba ver el amanecer durante un retiro en las montañas de Colorado. A medida que el sol aparecía en el horizonte, una de las chicas del grupo exclamó: «¡Vaya! ¡Miren eso!» Después de ese espectáculo, tuvimos un «tiempo de alabanza» en nuestra cabaña. Mientras escuchaba nuestras oraciones, me di cuenta de que la mejor alabanza ofrecida esa mañana fue el espontáneo «¡vaya!». Dios, quien mira el corazón, reconocerá seguramente dicha expresión genuina como una alabanza, ya sea que nosotros la clasifiquemos o no así.

Hacia una vida de alabanza
La profundidad y la riqueza de nuestra alabanza refleja nuestra intimidad con Dios. A medida que vaya aprendiendo a ofrecer una alabanza más significativa a él, considere los siguientes desafíos como punto de inicio
Propóngase a mejorar su vida de alabanza porque Dios lo vale.

De la misma forma que los discípulos del Señor buscaron Su ayuda, pídasela usted también: «Señor, enséñanos a orar» (Lc 11.1). Dios es honrado por dichas peticiones humildes y se deleita en suplir el deseo detrás de la petición para que haya una mayor intimidad con él.
     
Trabaje en alabar a Dios diariamente y hágalo en incrementos de tiempo pequeños y realistas. Algunas veces nos cargamos en separar mucho tiempo para nuestro propio nivel de experiencia y madurez. Sería mucho mejor si pasáramos cinco minutos de calidad alabando a Dios que apartar una hora y luchar por cumplirla.
Probablemente podríamos seguir mencionando un sin fin de actividades para desarrollar nuestras capacidades de alabanza. Alabar a Dios durará toda la eternidad. Será parte de nuestro descubrimiento infinito de Dios mismo. Pero, aunque no se agote, necesita tener un principio. Use estos ejercicios como «calentamiento» y siga desarrollando sus propias formas a medida que aprenda a ofrecer diariamente alabanzas que complazcan a Dios.
 Por su propia cuenta

Una herencia de alabanza
Aunque los salmos son la fuente principal en las Escrituras, la Biblia también registra las alabanzas de muchos hombres y mujeres de Dios que fueron movidos por Su carácter e intervención a su favor. Varios ejemplos se encuentran abajo.

      Moisés -  Éxodo 15.1–18

      Débora – Jueces 5

      David -  1 Crónicas 29.10–13

      Daniel – 2.19–23; 4.34–35

      María – Lucas 1.46–55

      Zacarías – Lucas 1.67–79

Mientras medita sobre estos derrames de alabanza, considere cómo ha visto a Dios trabajar en su vida. ¿Cuáles de sus atributos encuentra más significativos? Escriba su propio «cántico de alabanza», dándole a Dios la gloria por lo que él significa para usted.

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