sábado, 20 de febrero de 2010

POR WATCHMAN NEE CAPITULO 5 - V. LA ALABANZA ES ANTERIOR AL CONOCIMIENTO

Finalmente, en Salmos 50:23 Dios nos dice: “El que ofrece sacrificio de acción de gracias me glorifica”(heb.). Aquí la expresión acción de gracias puede también traducirse como alabanza. El Señor está esperando que le elevemos nuestras alabanzas. Ninguna otra acción glorifica tanto a nuestro Dios como la alabanza. Llegará el día en que todas las oraciones, profecías y obras cesarán; pero en ese día, nuestras alabanzas serán mucho más abundantes que hoy. La alabanza perdurará por la eternidad; nunca cesará. Cuando lleguemos a los cielos y arribemos a nuestra morada final, nuestras alabanzas se elevarán aún más alto. Hoy tenemos la oportunidad de aprender la lección suprema; podemos aprender a alabar a Dios hoy mismo.


Ahora vemos por espejo, obscuramente (1 Co. 13:12). Si bien podemos vislumbrar ciertas cosas, aún no podemos comprender lo que ellas representan. Apenas sentimos el dolor que nos causan tanto nuestras heridas internas como las tribulaciones externas que enfrentamos y experimentamos, pero no entendemos el significado que encierran tales cosas; por consiguiente, no alabamos. Tengo la certeza de que las alabanzas abundarán en los cielos puesto que allí se tendrá pleno conocimiento de estas cosas. Mientras más completo sea nuestro conocimiento, más perfecta será la alabanza. Todo estará claro cuando estemos frente al Señor en aquel día. Las cosas que hoy no entendemos claramente, en ese día las comprenderemos. En ese día, veremos cuán excelente es la voluntad del Señor en cuanto a todos los aspectos de la disciplina del Espíritu para con nosotros. De no haber sido por la disciplina del Espíritu, ¡habríamos descendido a niveles

inimaginables! Si el Espíritu Santo no hubiese impedido ciertas acciones nuestras, no podemos imaginar siquiera lo lastimosa que hubiese sido nuestra caída. Muchas cosas, miles, incluso millones de ellas, que hoy no entendemos, nos serán aclaradas ese día. Cuando en ese entonces lo veamos todo claramente, inclinaremos nuestra cabeza y le alabaremos diciendo: “Señor, Tú nunca te equivocas”. Cada aspecto de la disciplina del Espíritu Santo representa la obra que Dios lleva a cabo en nosotros. Si en tal ocasión no nos hubiéramos enfermado, ¿qué nos habría sucedido? De no haber fracasado en aquel momento, ¿qué hubiera sido de nosotros? Puede que lo acontecido haya sido un problema para nosotros; sin embargo, al enfrentar tales problemas nos evitamos peores complicaciones.

Tuvimos que enfrentarnos a lo que constituyó una desgracia para nosotros, pero debido a esa situación, mayores infortunios fueron evitados. En ese día conoceremos cuál fue la razón de que el Señor permitiera que esas cosas nos sucedieran. Hoy día, el Señor nos guía en todo momento, paso a paso. En ese día inclinaremos nuestra cabeza y diremos: “Señor, que insensato fui por no haberte alabado aquel día. Fui un tonto porque no te di las gracias aquel día”. Cuando nuestros ojos sean abiertos y veamos claramente en ese día, cuán avergonzados estaremos al recordar nuestras murmuraciones. Es por eso que hoy debemos aprender a decir: “Señor, no logro comprender lo que Tú haces, mas sé que no puedes equivocarte”. Tenemos que aprender a creer y a alabar. Si lo hacemos, en ese día diremos: “¡Señor! Te agradezco por Tu gracia que me salvó de quejas y murmuraciones innecesarias. ¡Señor! Te agradezco por la gracia que me guardó de murmurar en aquellos días”.

En muchos asuntos, cuando los conozcamos más a fondo, más grandiosas serán nuestras alabanzas. En nosotros existe el deseo de alabar al Señor debido a que Él es bueno (Sal. 25:8; 100:5). Debemos decir siempre: “El Señor es bueno”. Hoy debemos aprender a creer que el Señor es bueno y que Él nunca se equivoca, aunque no siempre podamos entender lo que está haciendo. Si creemos, le alabaremos. Nuestras alabanzas son Su gloria; al alabarle, le glorificamos. Dios es digno de toda la gloria. Que Dios obtenga de Sus hijos alabanzas en abundancia.

La alabanza POR WATCHMAN NEE CAPITULO 4- IV. LA OBEDIENCIA CONDUCE A LA ALABANZA

Nuestros problemas pueden clasificarse, básicamente, en dos categorías. La primera corresponde a los problemas provocados por nuestro entorno y por los asuntos que nos ocupan. En dicha categoría recae el problema que confrontaba Josafat. La alabanza constituye la manera de vencer esta clase de circunstancias problemáticas. La segunda categoría la conforman aquellas cosas que nos afectan de una manera personal. Es probable que, por ejemplo, nos hayamos ofendido por causa de ciertas palabras hirientes. Tal vez algunas personas nos ofendan o nos vituperen, nos maltraten o nos contradigan, nos aborrezcan sin razón alguna o nos difamen sin motivo alguno. Quizás tales acciones nos parezcan intolerables y nos sea imposible olvidarlas. Estos problemas están relacionados con nuestra victoria en un plano personal. Tal vez un hermano nos diga algo inapropiado o una hermana nos trate mal y, quizás, nos resulte imposible superar tales cosas. Entonces, todo nuestro ser lucha, se queja y gime por justicia. Probablemente nos sea difícil perdonar y no podamos superar los sentimientos que nos embargan.

Quizás se haya cometido alguna injusticia en contra de nosotros, o tal vez se nos haya calumniado u hostilizado, pero el caso es que nosotros no podemos olvidarnos de ello. En tales ocasiones, la oración no sirve de mucho. Uno desea luchar y arremeter en contra de ello, pero está maniatado; mientras más trata de deshacerse de tal carga, más oprimido se siente. Así, uno descubre lo difícil que es vencer tales sentimientos. En tales momentos, les ruego tengan en cuenta que el agravio o injusticia del cual son víctimas es demasiado grande y, por ende, no es el momento para orar, sino para alabar. Uno debe inclinar su cabeza y decirle al Señor: “Señor, gracias. Tú nunca te equivocas.

Recibo de Tus manos todas estas cosas. Deseo darte las gracias. ¡Alabado seas!”. Cuando uno hace esto, todos sus problemas desaparecen. La victoria no tiene nada que ver con luchar en contra de la carne, ni tiene relación alguna con el que intentemos, por nuestros esfuerzos naturales, perdonar a otros o disculparlos. La victoria se obtiene cuando uno inclina su cabeza y alaba al Señor diciendo: “Alabado seas por Tus caminos.

Lo que Tú dispones siempre es bueno. Lo que Tú haces es perfecto”. Cuando alabe a Dios así, su espíritu se remontará por encima de sus problemas; superará aun sus heridas más profundas. Si uno se siente injuriado, ofendido, es porque no alaba lo suficiente. Si usted es capaz de alabar al Señor, las heridas infligidas se volverán alabanzas; su espíritu se remontará a las alturas y le dirá a Dios: “Te doy gracias y te alabo. Tú nunca te equivocas en ninguno de Tus caminos”. Ésta es la senda que debemos tomar ante el Señor. Deje atrás todo lo demás. Esto es glorioso; esto es un verdadero sacrificio.

La vida cristiana se eleva mediante las alabanzas. Alabar consiste en sobrepasar todo a fin de tener contacto con el Señor. Éste fue el camino que el Señor Jesús tomó cuando anduvo en la tierra. Nosotros debemos tomar la misma senda. No debemos murmurar en contra de los cielos si somos probados, sino, más bien, remontarnos por encima de las pruebas. Una vez alabamos al Señor, nos remontamos por encima de las tribulaciones. Si otros buscan abatirnos, con mayor razón debemos responder resueltamente diciéndole al Señor: “¡Te doy gracias y te alabo!”. Aprendamos a aceptar todas las cosas. Aprendamos a conocer que Él es Dios. Aprendamos a conocer cuál es la obra de Sus manos. No hay nada que lleve al hombre a crecer y a madurar en la vida divina como el ofrecer sacrificios de alabanza. Debemos aprender no sólo a aceptar la disciplina del Espíritu Santo, sino también a alabar a Dios por ella. Es necesario que no sólo aceptemos la disciplina del Señor, sino que, incluso, nos gloriemos en ella. No solamente debemos aprender a aceptar ser corregidos por el Señor, sino también a aceptar dicha corrección gustosa y jubilosamente. Si lo hacemos, se nos abrirá una puerta amplia y gloriosa.

La alabanza POR WATCHMAN NEE CAPITULO 3 III. LA FE QUE GENERA LA ALABANZA

Salmos 106:12 es una palabra muy preciosa: “Entonces creyeron a Sus palabras / Y cantaron Su alabanza”. Tal era la condición de los hijos de Israel cuando estuvieron en el desierto. Ellos creyeron y cantaron; o sea, ellos creían, así que alababan. La alabanza contiene un ingrediente fundamental: la fe. No se puede alabar únicamente de labios para afuera; no se puede decir a la ligera: “¡Gracias Señor! ¡Te alabo Señor!”. Uno tiene que tener fe; sólo podremos alabar después que hayamos creído. Si uno enfrenta algún problema o se siente afligido, ora; y a medida que ora, siente que la fe brota en su corazón. Es en ese momento que uno empieza a alabar. Ésta es la manera viviente, pero no debe ser realizada con ligereza.

Uno debe orar cuando le sobrevenga algún problema; pero tan pronto reciba un poco de fe, tan pronto empiece a creer en Dios y en Su grandeza, en Su poder, en Su compasión, en Su gloria y en la manifestación de Su gloria, debe comenzar a alabar. Si la fe se ha despertado en uno, pero uno no manifiesta enseguida la alabanza, pronto verá que su fe se desvanece. Decimos esto basados en nuestra propia experiencia. En cuanto la fe brote en nuestro ser, debemos alabar a Dios. Si no lo hacemos, después de cierto tiempo, nuestra fe se desvanecerá. Quizás ahora tengamos fe, pero después de cierto tiempo, es posible que tal fe se desvanezca. Por consiguiente, tenemos que aprender a alabar. Tenemos que aprender a expresar nuestra alabanza. Tenemos que abrir nuestras bocas y alabar. No basta con tener pensamientos de loor, sino que tenemos que expresar nuestras alabanzas de manera concreta y audible. Uno debe alabar a Dios en medio de todos sus problemas y en la faz de Satanás, diciendo: “¡Oh Señor! ¡Alabado seas!”. Hágalo hasta que surja cierto sentir allí donde antes no existía sentimiento alguno, y hágalo hasta que tal sentimiento, que empieza muy débilmente, se haga más intenso y definido. Hágalo hasta que su fe, que al comienzo era muy pequeña, sea plenamente perfeccionada.

Una vez que usted contemple plenamente la gloria de Dios, usted podrá creer. Una vez que la gloria de Dios impregne su espíritu, usted podrá alabarle.


Debe llegar a comprender que Dios está por encima de todas las cosas y que Él es digno de ser alabado. Cuando usted alaba, Satanás huye. Hay ocasiones en las que tenemos que orar; pero cuando nuestra oración nos lleve al punto en que obtenemos fe y certeza, sabemos que el Señor ha respondido a nuestra oración y que nos corresponde alabarle: “¡Señor! ¡Te doy gracias! ¡Te alabo! ¡Este asunto ya ha sido resuelto!”.

No espere a que el asunto haya sido efectivamente resuelto para comenzar a alabar. Debemos alabar tan pronto hayamos creído. No esperemos a que el enemigo se marche para empezar a cantar. ¡Debemos cantar para ahuyentarlo! Debemos aprender a alabar por fe; cuando alabamos por fe, el enemigo será derrotado y echado lejos. Tenemos que creer, antes de poder alabar. Primero, creemos y alabamos, y después experimentamos la victoria.

La alabanza POR WATCHMAN NEE CAPITULO 2 II. ALABANZA Y VICTORIA

Hemos visto que nuestra alabanza representa un sacrificio, pero implica mucho más. Debemos ver que la alabanza es la manera de superar los ataques espirituales. Son muchos los que saben que Satanás teme a las oraciones que hacen los hijos de Dios; Satanás huye cuando los hijos de Dios doblan sus rodillas para orar. Por esta causa él los ataca con frecuencia para impedirles que oren. Si bien esto sucede con frecuencia, quisiéramos hacer notar otro hecho: los ataques más serios de Satanás no están orientados a detener las oraciones; sus ataques más feroces están dirigidos a impedir las alabanzas. 

No queremos decir que Satanás no se esfuerce por impedir las oraciones, pues sabemos que en cuanto un cristiano comienza a orar, es atacado por Satanás. A muchos nos resulta fácil entablar una conversación con otras personas pero, en cuanto comenzamos a orar, Satanás interviene ocasionando impedimentos a la oración. Él es quien nos hace sentir que es difícil orar. Si bien esto es cierto, Satanás no solamente procura impedir las oraciones de los hijos de Dios, sino también sus alabanzas. Su meta suprema consiste en impedir que Dios sea alabado. La oración es una batalla, pero la alabanza es una victoria. La oración representa guerra espiritual, pero la alabanza constituye victoria espiritual. Siempre que alabamos, Satanás huye; por eso, él detesta nuestras alabanzas. 

Él hará uso de todos sus recursos a fin de impedir que alabemos a Dios. Los hijos de Dios son insensatos si cesan de alabar a Dios cuando enfrentan adversidades y se sienten oprimidos. Pero a medida que conocen mejor a Dios, descubrirán que aún una celda en Filipos puede ser un lugar para entonar cánticos (Hch. 16:25). Pablo y Silas alababan a Dios desde su celda. Sus alabanzas causaron que se abrieran todas las puertas de la cárcel en la cual se encontraban.
Hechos menciona dos instancias en que las puertas de la cárcel fueron abiertas. En una ocasión fueron abiertas a Pedro, y en otra, a Pablo. En el caso de Pedro, la iglesia oraba fervientemente por él cuando un ángel le abrió las puertas de la prisión en que estaba y lo liberó (12:3-12). En el caso de Pablo, él y Silas estaban cantando himnos de alabanza a Dios cuando todas las puertas se abrieron y las cadenas fueron rotas. En ese día, el carcelero creyó en el Señor, y toda su casa fue salva en medio de gran júbilo (16:19-34). Pablo y Silas ofrecieron sacrificio de alabanza cuando estaban en la cárcel. Sus heridas aún no habían sido curadas, su dolor no había sido mitigado, sus pies seguían sujetos al cepo y estaban confinados a un calabozo del Imperio Romano. ¿Qué motivo había para sentirse gozosos? ¿Qué razón había para sentirse inspirados a cantar? Sin embargo, en ese calabozo se encontraban dos personas de espíritus transcendentes, que lo habían superado todo. Ellos entendían que Dios aún estaba sentado en los cielos y permanecía inmutable. Si bien era posible que ellos mismos cambiaran, que su entorno mudara, que sus sentimientos fluctuaran y que sus cuerpos sintieran dolor, aun así, Dios permanecía sentado en el trono. Él seguía siendo digno de recibir alabanza. Nuestros hermanos, Pablo y Silas, estaban orando, cantando y alabando a Dios. Esta clase de alabanza, que se produce como resultado del dolor y la aflicción, constituye un sacrificio de alabanza. Tal alabanza constituye una victoria.
Al orar, todavía estamos inmersos en nuestra situación. Pero al alabar, nos remontamos por encima de nuestras circunstancias. Mientras uno ora y ruega, todavía sigue atado a sus problemas; no logra librarse de ellos. Inclusive, cuanto más súplicas elevamos, más maniatados y oprimidos nos sentimos. Pero si Dios nos lleva a remontarnos por encima de la cárcel, las cadenas, las dolorosas heridas del cuerpo, los sufrimientos y la pena, entonces, ofreceremos alabanzas a Su nombre. Pablo y Silas estaban entonando himnos; ellos cantaban alabanzas a Dios. Dios los llevó a un punto en que la cárcel, la pena y el dolor dejaron de ser un problema para ellos. Así que, ellos podían alabar a Dios. Al alabarle así, las puertas de la prisión se abrieron, las cadenas se soltaron y aun el carcelero fue salvo.

En muchas ocasiones, la alabanza es eficaz cuando la oración no ha dado resultado. Éste es un principio fundamental. Si usted no puede orar, ¿por qué no alabar? Después de todo, el Señor ha puesto en nuestras manos este otro recurso a fin de darnos la victoria y permitir que nos gloriemos triunfalmente. Cuando le falten fuerzas para orar y su espíritu se sienta muy oprimido, lastimado o decaído, alabe a Dios. Si no puede orar, trate de alabar. Siempre pensamos que se debe orar cuando la carga es abrumadora, y que debemos alabar cuando ella ha sido quitada de nuestros hombros. Sin embargo, le ruego tome en cuenta que a veces la carga es tan pesada que uno es incapaz de orar. Es en ese momento en que usted debe alabar. No es que alabemos a Dios porque no tengamos ninguna carga sobre nuestros hombros; más bien, le alabamos debido a que las cargas nos abruman sobremanera. Si se enfrenta a situaciones y problemas extraordinarios, se encuentra perplejo y siente que se desmorona, tan solo recuerde una cosa: “¿Por qué no alabar?”. He aquí una brillante oportunidad: si ofrece una alabanza en ese momento, el Espíritu de Dios habrá de operar en usted, abrirá todas las puertas y romperá todas las cadenas.

Debemos aprender a cultivar este espíritu elevado, un espíritu que vence cualquier ataque. Puede ser que la oración no siempre nos conduzca al trono, pero con seguridad la alabanza nos llevará ante el trono en todo momento. Es posible que por medio de la oración no siempre logremos vencer, pero la alabanza nunca falla. Los hijos de Dios deben abrir sus bocas para alabar al Señor, no sólo cuando se encuentren libres de problemas, aflicciones, sufrimientos y dificultades, sino, aun más, cuando se vean en tales problemas y aflicciones. Cuando alguien que se encuentra en tales situaciones yergue su cabeza para decir: “Señor, te alabo”, puede que sus ojos estén llenos de lagrimas, pero su boca rebosará de alabanzas. Es posible que su corazón esté angustiado; no obstante, su espíritu seguirá alabando. Su espíritu se remontará tan alto como se eleve su alabanza; él mismo ascenderá junto con sus alabanzas. Aquellos que murmuran son insensatos. Cuanto más murmuran, más quedan sepultados bajo sus propias murmuraciones. Mientras más se quejan, más se hunden en sus propias lamentaciones.

Cuanto más se dejan vencer por sus problemas, más desalentados se encuentran. Muchos parecen ser un poco más osados y oran cuando se ven en problemas. Se esfuerzan y luchan por superar sus problemas. A pesar de sentirse agobiados por sus circunstancias y aflicciones, no están dispuestos a ser sepultados por ellas y tratan de escapar por medio de la oración; y con frecuencia logran su liberación. Pero también sucede que a veces sus oraciones no hacen ningún efecto. Nada parece ser capaz de libertarlos, hasta que empiezan a alabar. Deben elevar en calidad de ofrenda el sacrificio de alabanza. Es decir, deben considerar la alabanza como un sacrificio que se eleva a Dios. Si se colocan en una posición tan ventajosa como esa, de inmediato superarán cualquier dificultad y no habrá problema que pueda abrumarlos. A veces, usted sentirá que algo lo oprime; sin embargo, tan pronto empiece a alabar, saldrá de su depresión.

Leamos 2 Crónicas 20:20-22: “Se levantaron por la mañana y salieron al desierto de Tecoa. Y mientras ellos salían, Josafat, estando en pie, dijo: Oídme, Judá y moradores de Jerusalén. Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a Sus profetas, y seréis prosperados. Y habiendo consultado con el pueblo, puso a algunos que cantasen a Jehová y que alabasen, en vestiduras santas, mientras salía delante del ejército, y que dijesen: Dad gracias a Jehová, porque Su benignidad es para siempre.


Y cuando comenzaron a entonar cantos y alabanzas, Jehová puso emboscadas contra los hijos de Amón, de Moab y del monte de Seir, que venían contra Judá, y fueron derribados”. Ésta es la descripción de una batalla. En la época en que gobernaba Josafat, la nación de Judá estaba a punto de ser extinguida; se encontraba en un estado de debilidad y caos. Los moabitas, los amonitas y los del monte de Seir, se habían propuesto invadir el territorio de Judá. La nación de Judá estaba sobrecogida por una desesperación total; su derrota era inminente. Josafat era un rey que había sido reavivado por Dios y le temía. Por supuesto, ninguno de los reyes de Judá había sido perfecto; sin embargo, Josafat era una persona que buscaba a Dios. Él exhortó a la nación de Judá a confiar en Dios. ¿Qué fue lo que hizo? Él designó cantores para que entonaran alabanzas a Jehová. También, les pidió que alabasen en vestiduras santas y que salieran delante del ejército, diciendo: “Dad gracias a Jehová, porque Su benignidad es para siempre”. Por favor, ponga atención a las palabras “y cuando comenzaron”, que aparecen a continuación en el versículo 22, las cuales son muy preciosas. “Y cuando comenzaron a entonar cantos y alabanzas, Jehová puso emboscadas contra los hijos de Amón, de Moab y del monte de Seir”. Y cuando comenzaron quiere decir en ese preciso momento. Cuando todos cantaban alabanzas a Jehová, Él respondió derribando a los amonitas, moabitas y a los del monte de Seir. No hay nada que haga mover tan rápidamente la mano del Señor como la alabanza. La oración no es la manera más rápida de hacer que la mano del Señor se mueva, sino la alabanza. Les ruego que no me malinterpreten y lleguen a pensar que no debemos orar. Debemos orar todos los días; sin embargo, hay muchas cosas que sólo podemos vencer por medio de la alabanza.

Aquí vemos que la victoria espiritual no depende de la batalla que libremos, sino de la alabanza que elevemos a Dios. Debemos aprender a vencer a Satanás por medio de nuestras alabanzas. No sólo vencemos a Satanás por medio de la oración, sino también por medio de la alabanza. Muchas personas han tomado conciencia tanto de la ferocidad de Satanás como de sus propias flaquezas, de modo que resuelven luchar y orar. No obstante, aquí nos encontramos con un principio muy singular, a saber: la victoria espiritual no la determina la oración, sino la alabanza. Con frecuencia, los hijos de Dios caen en la tentación de llegar a pensar que sus problemas son muy complicados y que, por tanto, deben encontrar la manera de resolverlos. Así pues, concentran todos sus esfuerzos en buscar la manera de superar tales problemas. Sin embargo, cuanto más se empeñan en tal búsqueda, les resulta más difícil vencer. Al hacer esto, nos rebajamos al nivel de Satanás. En tales casos, ambos intervienen en la batalla; desde un extremo lucha Satanás, y nosotros nos encontramos en el extremo opuesto. Es difícil lograr alguna victoria si estamos en tal posición. Pero 2 Crónicas 20 nos muestra una escena muy diferente. En un extremo estaba el ejército, y en el otro estaban aquellos que entonaban himnos, los cuales, o tenían mucha fe en Dios o estaban locos. Gracias a Dios, nosotros no somos un pueblo desquiciado; somos personas que tienen fe en Dios.

Son muchos los hijos de Dios que padecen tribulaciones; ellos son probados con frecuencia. Cuando tales tribulaciones llegan a ser muy severas y el combate arrecia, tales cristianos se encuentran en una posición parecida a la de Josafat, pues no se vislumbra solución alguna para sus problemas. Una de las fuerzas combatientes es muy potente, y la otra demasiado endeble; no existe comparación entre ambas. Están atrapados en un torbellino, pues sus problemas son tan serios que superan todas sus capacidades. En esos momentos, es muy fácil que ellos se concentren en sus problemas y fijen su mirada en sus propias dificultades. Cuanto más tribulaciones padece una persona, más probabilidades tiene de dejarse agobiar por sus problemas, lo cual se convierte en un período de prueba muy intenso.

Tal persona es sometida a la prueba más severa cuando se fija en ella misma o en sus circunstancias; cuanto más pruebas una persona padece, más propensa es a mirarse a sí misma o sus circunstancias. En cambio, aquellos que conocen a Dios experimentan que, cuanto más pruebas padecen, más confían en Dios. Cuanto más pruebas estas personas padecen, más aprenden a alabar. Así que, no debemos mirarnos a nosotros mismos, sino que debemos aprender a fijar nuestros ojos en el Señor. Debemos erguir nuestras cabezas y decirle al Señor: “¡Tú estás por sobre todas las cosas; alabado seas!”. Las alabanzas más entusiastas, que provienen del corazón y que fluyen de aquellos cuyos sentimientos han sido heridos, constituyen los sacrificios de alabanza agradables y aceptables para Dios. Una vez que nuestro sacrificio de alabanza asciende a Dios, el enemigo, Satanás, es vencido por medio de la alabanza. El sacrificio de alabanza tiene mucha eficacia delante de Dios. Permita que sus alabanzas más sublimes broten para Dios, y con toda certeza será capaz de resistir y vencer al enemigo. Al alabar, ¡encontrará que el camino a la victoria se abre delante de usted!

Los nuevos creyentes no debieran pensar que necesitan muchos años para aprender a alabar. Al contrario, debieran saber que pueden empezar a alabar inmediatamente. Cada vez que enfrenten algún problema, deben orar pidiendo la misericordia necesaria para detener sus propias manipulaciones y complots, así como deben aprender la lección en cuanto a la alabanza. Se pueden ganar muchas batallas por medio de la alabanza, y muchas se pierden debido a que nuestras alabanzas están ausentes. Si uno cree en Dios, al enfrentar sus problemas podrá decirle: “¡Yo alabo Tu nombre. Tú estás por encima de todas las cosas. Tú eres más fuerte que todo. Tu benignidad es para siempre!”. Una persona que alaba a Dios supera todas las cosas, vence constantemente en todo orden de cosas por medio de su alabanza. Éste es un principio y constituye, además, un hecho.


La alabanza POR WATCHMAN NEE

Lectura bíblica: Sal. 22:3; 50:23; 106:12, 47; 146:2; He. 13:15

La alabanza constituye la labor más sublime que los hijos de Dios puedan llevar a cabo. Se puede decir que la expresión más sublime de la vida espiritual de un santo es su alabanza a Dios. El trono de Dios ocupa la posición más alta en el universo; sin embargo, Él está “sentado en el trono / Entre las alabanzas de Israel” (Sal. 22:3). El nombre de Dios, e incluso Dios mismo, es exaltado por medio de la alabanza.

David expresó en un salmo que él oraba a Dios tres veces al día (Sal. 55:17). Pero en otro salmo, él dijo que alababa a Dios siete veces al día (119:164). Fue por inspiración del Espíritu Santo que David reconoció la importancia de la alabanza. Él oraba tres veces al día, pero alababa siete veces al día. Además, él designó a algunos levitas para que tocaran salterios y arpas a fin de exaltar, agradecer y alabar a Jehová, delante del arca del pacto (1 Cr. 16:4-6). Cuando Salomón concluyó con la edificación del templo de Jehová, los sacerdotes llevaron el arca del pacto al interior del Lugar Santísimo.

Al salir los sacerdotes del Lugar Santo, los levitas situados junto al altar tocaban trompetas y cantaban, acompañados de címbalos, salterios y arpas. Todos juntos entonaban cantos de alabanza a Jehová. Fue en ese preciso momento que la gloria de Jehová llenó Su casa (2 Cr. 5:12-14). Tanto David como Salomón fueron personas que conmovieron el corazón de Jehová al ofrecerle sacrificios de alabanza que fueron de Su agrado. Jehová está sentado en el trono entre las alabanzas de Israel. Nosotros debemos alabar al Señor toda nuestra vida. Debemos entonar cantos de alabanza a nuestro Dios. 

I. EL SACRIFICIO DE ALABANZA
La Biblia presta mucha atención a la alabanza. El tema de la alabanza se menciona con frecuencia en las Escrituras. Salmos, en particular, es un libro en el que abundan las alabanzas. De hecho, en el Antiguo Testamento, el libro de Salmos es un libro de alabanza. Así pues, muchas alabanzas son citas tomadas del libro de Salmos.

Sin embargo, el libro de Salmos contiene no sólo capítulos dedicados a la alabanza, sino también capítulos que hacen referencia a diversos sufrimientos. Dios desea mostrar a Su pueblo que aquellos que le alaban son los mismos que fueron guiados a través de diversas tribulaciones y cuyos sentimientos fueron lastimados. Estos salmos nos muestran hombres que fueron guiados por Dios a través de las sombras de la oscuridad; hombres que fueron despreciados, difamados y perseguidos.

“Todas Tus ondas y Tus olas / Pasan sobre mí” (42:7). No obstante, fue en tal clase de personas en quienes el Señor pudo perfeccionar la alabanza. Las expresiones de alabanza no siempre proceden de aquellos que no tienen problemas, sino que proceden mucho más de aquellos que reciben disciplina y son probados. En los salmos podemos detectar tanto los sentimientos más lastimeros como las alabanzas más sublimes. Dios echa mano de muchas penurias, dificultades e injurias, a fin de crear alabanzas en Su pueblo. El Señor hace que, a través de las circunstancias difíciles, ellos aprendan a ser personas que alaban en Su presencia.

La alabanza más entusiasta no siempre procede de las personas que están más contentas. Con frecuencia, tales alabanzas surgen de personas que atraviesan por las circunstancias más difíciles. Este tipo de alabanza es sumamente agradable al Señor y recibe Su bendición. Dios no desea que los hombres le alaben sólo cuando se encuentren en la cima contemplando Canaán, la tierra prometida; más bien, Dios anhela que Su pueblo le componga salmos y le alabe, aun cuando anden “en valle de sombra de muerte” (23:4). En esto consiste la auténtica alabanza.

Esto nos muestra la naturaleza que Dios le atribuye a la alabanza. La alabanza es, por naturaleza, una ofrenda, un sacrificio. En otras palabras, la alabanza proviene del dolor y de los sufrimientos. Hebreos 13:15 dice: “Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de El, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan Su nombre”. ¿En qué consiste un sacrificio? Un sacrificio es una ofrenda, y una ofrenda implica muerte y pérdida.

El que presente una ofrenda debe sufrir alguna pérdida. Toda ofrenda, o sacrificio, deberá ser entregada. Tal entrega implica sufrir pérdida. El buey o el cordero que usted ofreció, le pertenecían; pero cuando usted los entregó, cuando los elevó en calidad de ofrenda, los sacrificó. El hecho de ofrecer algo no indica que habrá ganancia; más bien, significa que se sufrirá una pérdida. Cuando una persona ofrece su alabanza, ella pierde algo; ella está ofreciendo un sacrificio a Dios. En otras palabras, Dios inflige heridas; Él quebranta y hiere a la persona, pero, a su vez, dicha persona se vuelve a Él ofreciéndole alabanzas. La alabanza ofrecida a Dios a costa de algún sufrimiento, constituye una ofrenda. Dios desea que el hombre le alabe de esta manera; Él desea ser entronizado por esta clase de alabanza. ¿Cómo obtendrá Dios Su alabanza? Dios desea que Sus hijos le alaben en medio de sus sufrimientos.

No debiéramos alabar a Dios sólo cuando hemos recibido algún beneficio. Si bien la alabanza que se ofrece por haber recibido un beneficio sigue siendo una alabanza, no puede considerarse una ofrenda. Una ofrenda, en principio, está basada en el sufrimiento de alguna pérdida. Así pues, el elemento de pérdida está implícito en toda ofrenda. Dios desea que le alabemos en medio de tales pérdidas. Esto constituye una verdadera ofrenda.

No sólo debemos ofrecer oraciones a Dios, sino que es menester que aprendamos a alabarle. Es necesario que desde el inicio de nuestra vida cristiana entendamos cuál es el significado de la alabanza. Debemos alabar a Dios incesantemente. David recibió gracia de Dios para alabarle siete veces al día. Alabar a Dios cada día es un buen ejercicio, una muy buena lección y una excelente práctica espiritual. Debemos aprender a alabarle al levantarnos de madrugada, al enfrentar algún problema, al estar en una reunión o al estar a solas. Debemos alabar a Dios al menos siete veces al día; no dejemos que David nos supere al respecto. Si no aprendemos a alabar a Dios cada día, difícilmente participaremos del sacrificio de alabanza al cual se refiere Hebreos 13.
A medida que desarrollemos el hábito de la alabanza, tendremos días en los que nos será imposible reunir las fuerzas necesarias para alabar. Puede que hoy, ayer y anteayer hayamos alabado a Dios siete veces al día, y que le hayamos alabado con la misma constancia la semana pasada o el mes anterior. Pero llega el día en que simplemente nos es imposible proferir alguna alabanza. Son días en los que a uno lo agobia el dolor, la oscuridad total o los problemas más graves.

En tales días, uno es víctima de malentendidos y calumnias, y se encuentra tan agobiado que, incluso, derrama lágrimas de auto compasión. ¿Cómo es posible que en tales días podamos alabar a Dios? Es imposible alabarlo debido a que uno se siente herido, dolido y atribulado. Uno siente que la respuesta más obvia no consiste en alabar, sino en lamentarse. Se siente que lo más normal sería murmurar en lugar de dar gracias, y no hay deseos de alabar ni se piensa en hacerlo.

Al tomar en cuenta las circunstancias y el estado en que uno se encuentra, pensamos que alabar no es lo más apropiado. En ese preciso instante deberíamos recordar que el trono de Jehová permanece inmutable, que Su nombre no ha cambiado y que Su gloria no ha mermado. Uno debe alabarlo simplemente por el hecho de que Él es digno de ser alabado. Uno debe bendecirlo por la sencilla razón de que Él merece toda bendición. Aunque uno esté agobiado por las dificultades, Él sigue siendo digno de alabanza; entonces, a pesar de estar angustiados, somos llevados a alabarlo.

En ese momento, nuestra alabanza viene a ser un sacrificio de alabanza. Esta alabanza equivale a sacrificar nuestro becerro gordo. Equivale a poner lo que más amamos, nuestro Isaac, en el altar. Así, al alabar con lágrimas en los ojos, elevamos a Dios lo que constituye un sacrificio de alabanza. ¿En qué consiste una ofrenda? Una ofrenda implica heridas, muerte, pérdida y sacrificio. En presencia de Dios, uno ha sido herido y sacrificado. Delante de Dios, uno ha sufrido pérdida y ha muerto. Sin embargo, uno reconoce que el trono de Dios permanece firme en los cielos y no puede ser conmovido; y, entonces, uno no puede dejar de alabar a Dios. En esto consiste el sacrificio de alabanza. Dios desea que Sus hijos le alaben en todo orden de cosas y en medio de cualquier circunstancia

¿Quién es el diablo? por Luis Palau

Pregunta de un oyente:

Sr. Palau:

¿Quién es el diablo? ¿Existe realmente? ¿Qué dice la Biblia al respecto?

Respuesta:

Muchos creen que el diablo es un personaje imaginario. Sin embargo, en estos últimos años ha surgido un gran interés por el ocultismo, el espiritismo, la magia negra, los adivinos, etc. y todo esto incluye a Satanás y sus demonios
  Dice la Biblia en la carta de San Pedro capítulo 5:

"Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar, al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo".

Aquí encontramos la existencia del diablo con su actividad y poder. El diablo se manifiesta en nosotros como una fuerza negativa y destructiva, (aunque a menudo se presenta como muy atractiva). ¿Por qué un hombre decente y de buena familia, de repente abandona su hogar y arruina la reputación de su familia? ¿Por qué será que un hombre honorable de pronto desfalque un banco y termine en la cárcel? ¿De dónde vienen las tentaciones que invitan a tantos pecados? Estoy convencido de que detrás de todo esto está ese personaje siniestro que se llama Satanás, o el diablo.

La Biblia dice: "No deis lugar al diablo" (Efesios capítulo 4). No debemos dar ninguna oportunidad al diablo en nuestra vida. Satanás siempre está buscando la forma de influenciarnos hacia lo incorrecto. ¿Y cuándo nos dejamos influenciar por Satanás? Hay un sinfín de ocasiones: cuando nos enojamos, cuando estamos amargados, cuando sufrimos, al ser negativos, cuando queremos lo que no nos pertenece, etc.

Dice la Biblia en el libro de Santiago, capítulo 4:

"Someteos pues a Dios, resistid al diablo y huirá de vosotros". Con Dios tenemos poder para resistir a este personaje fuerte, el diablo. El apóstol Pablo nos dice:

"Vestíos de toda la armadura de Dios para que podáis estar firmes contra las acechanzas ... ... del diablo" (Efesios capítulo 6).

Hay una especie de armadura espiritual que podemos colocarnos a fin de estar capacitados para resistir a los engaños y ataques satánicos. Esta armadura es, en esencia, el mismo Cristo. El que tiene a Cristo en el corazón posee todo el poder necesario para resistir a Satanás y no tiene por qué temerle miedo.
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La Biblia también predice el fin del diablo. Jesús dijo en San Mateo capítulo 25:

"...entonces dirá también a los de la izquierda: apartaos de mí malditos al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles".

Habrá muchos seres humanos que también irán a ese lugar. Y la razón es que ellos prefirieron seguir las obras del diablo rechazando la Palabra de Dios.

Hay personas que se han inmiscuido en el ocultismo, ya sea haciéndose leer la palma de la mano, o usando medios y actividades del ocultismo, y se sienten atormentados o perseguidos por un demonio. Algunos hasta experimentan síntomas de locura y terminan en un hospital para dementes. Pero la Biblia nos dice:

"El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio. Para esto vino al mundo el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo" (Ia. Juan capítulo 3).

Ningún ser humano puede ser víctima de Satanás y sus demonios cuando Cristo mora en su corazón. Porque el poder de Cristo es superior a cualquier otro poder espiritual. Si alguno es víctima de un demonio, diga simplemente: "Jesús, tú sabes que me siento atormentado por demonios. Tú puedes deshacer las obras de Satanás y por lo tanto te pido que deshagas las obras del diablo en mi propia vida. Líbrame con el poder de Tu sangre derramada en la cruz por mí".

Cuando Cristo mora en el corazón del hombre su vida está llena de triunfos.


Luis Palau

Palabras que hieren

Max Lucado
El diálogo en la mañana de ese viernes era amargo.

De los espectadores:
- ¡Si eres el hijo de Dios bájate de la cruz!

De los líderes religiosos:
- A otros salvó, pero a sí mismo no se puede salvar.
De los soldados:
- Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.

Palabras amargas. Ácido con sarcasmo. Odio. Irreverencia. ¿No era suficiente que Él estaba siendo crucificado? ¿No era suficiente que estaba siendo avergonzado como un criminal? ¿No eran suficientes los clavos? ¿Fue la corona de espinas demasiado suave? ¿Habían sido muy pobres los azotes? Para algunos, aparentemente sí.

Pedro, un escritor no dado normalmente a usar muchos verbos descriptivos, dice que quienes pasaban cerca insultos al Cristo crucificado. 1 Pedro 2:23
Ellos no sólo insultaban, hablaban o blasfemaban. piedras verbales. Tenían toda la intención de herir y lastimar.
“¡Hemos quebrantado el cuerpo, ahora rompamos el espíritu!”. De esa manera sus arcos con las flechas de su autojusticia y torturantes dardos de puro veneno.

De todas las escenas alrededor de la cruz, ésta es la que más me enoja. ¿Qué clase de personas –me pregunto- se burlará de un hombre agonizante? ¿Quién sería tan indolente como para poner sal en las heridas abiertas? ¿Cuán bajo y pervertido es hablar con desprecio a uno que está atado con dolor? ¿Quién se burlaría de una persona que está sentada en la silla eléctrica? ¿O quién señalaría con el dedo y se reiría de un criminal que tiene la cuerda de la horca alrededor del cuello? Puede estar seguro de que Satanás y sus demonios fueron la causa de tal inmundicia.

Y luego el criminal en la cruz número dos lanza su golpe:
- ¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!
Las palabras lanzadas ese día tenían el propósito de herir. Y no hay nada más doloroso que las palabras que tienen el propósito de herir. Esa es la razón por la que Santiago llama a la lengua un fuego. Sus llamas son tan malignas y destructoras que destrozan como las de una gran antorcha.

Pero no les estoy diciendo nada nuevo. Sin lugar a dudas usted ha tenido que soportar palabras que hieren. Usted ha sentido la tortura de un escarnecimiento bien apuntado. Tal vez usted está sintiéndolo. Alguien que usted ama o respeta lo azota en el piso con un látigo o con el fuego de la lengua. Y allí yace usted; herido y sangrando. Tal vez las palabras fueron dirigidas para herirlo, tal vez no; pero eso no importa. La herida es profunda. Los daños son internos. Corazón quebrantado, orgullo herido, sentimientos lastimados.
O tal vez su herida es vieja. Aunque la flecha fuera extraída hace mucho tiempo, la punta aún permanece... escondida debajo de su piel. El viejo dolor aflora impredecible y decisivamente recordándole las lacerantes palabras aún no perdonadas.

Si usted ha sufrido –o está sufriendo- debido a las palabras de alguien, estará contento de saber que hay un bálsamo para esta laceración. Medite en las palabras de 1 Pedro 2:23: “Quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente”
¿Ve usted qué no hizo Jesús?. Él no se desquitó. Él no devolvió la ofensa. Él no dijo: <¡Ya verás!> <¡Ven acá y di eso mismo en mi cara!>, <¡Sólo espérate hasta después de la resurrección, bobo!> No, estas declaraciones no se encontraron en los labios de Cristo.

¿Vio lo que Jesús sí hizo? Él encomendó su causa al que juzga justamente. O dicho más simplemente, dejó el juicio a Dios. Él no se hizo cargo de la tarea de buscar revancha, Él no demandó explicaciones. Él no pagó a ningún emisario ni envió a nadie con ninguna propuesta. Él, al contrario de la reacción normal, asombrosamente, habló en defensa de ellos: Lucas 23:24
Si, el diálogo en esa mañana del viernes fue amargo.

Las piedras verbales fueron destinadas a atormentar y torturar. Cómo Jesús –con un cuerpo quebrantado por el dolor, los ojos cegados por su propia sangre, y los pulmones inflándose ansiosamente en busca de aire- pudo hablar a favor de malvados sin corazón, es algo que va más allá de mi comprensión. Nunca he visto tal amor.

Si alguna vez una persona mereció una buena oportunidad para la revancha, Jesús fue esa persona. Pero Él no la tomó. En vez de eso murió por sus adversarios. ¿Cómo pudo hacerlo? Yo no sé. Pero si sé que todas mis heridas parecen insignificantes. Mis rencores y duros sentimientos se vuelven repentinamente infantiles. Algunas veces me sorprendo al ver el amor de Cristo, no tanto por la gente que toleró como por el dolor que soportó.

¡Maravillosa Gracia!

“Yiye Ávila, la sanidad divina"

yiye avila

LA SANIDAD DIVINA
1 - PROMESAS DE SALUD PARA LOS HIJOS DE DIOS
Es nuestro Propósito analizar un teme importante y decisivo para el pueblo de Dios en relación a la sanidad divina.  Tu sabes que lo más que usa el diablo para atacar al pueblo de Dios son las enfermedades, pero el pueblo de Dios tiene que conocer en forma detallada y profunda lo que ha recibido de arriba del cielo para mantenerse sano y avergonzar al diablo en todos los frentes.

PROMESAS DE SANIDAD EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

Comenzamos en el libro de Éxodo, capítulo 15, verso 26.  Aquí encontramos la promesa más antigua que hay en la Biblia en relación con la sanidad divina.  Fíjate que es promesa hecha al pueblo de Israel poco tiempo después de haberlo sacado de la esclavitud en Egipto.  Dice la Palabra:
Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, E hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y Guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy tu sanador.
Éxodo 15:26
Fíjate que hay una promesa ahí al pueblo de Israel.  Israel era la Iglesia en el Antiguo Testamento.  Nosotros somos la Iglesia en el Nuevo Testamento y a esa Iglesia le dio una promesa ahí muy clara:  “Yo soy tu sanador”.
    Fíjate que es algo personal entre Dios y su pueblo.  El quiere ser el médico de su pueblo, el pueblo de Dios es una propiedad privada, exclusiva de Dios y El es muy celoso con esa propiedad y quiere ser responsable de cuidar y guardar a ese pueblo.  Dios realmente se siente contento y gozoso cuando nosotros sentimos eso y venimos a El y dependemos de El para todas las cosas.

ANHELA  SERVIR A DIOS

Naturalmente que hay ahí ciertos requisitos muy importantes y entonces El es el sanador.  ¿Para quién?  Para los que están dispuestos a guardar Su Palabra y todos sus mandamientos, todos Sus preceptos, para esos que oyen con sinceridad, con profundo cuidado y reverencia Su Palabra.  Para esos, EL promete ser Su médico.  Gloria al nombre de Jesucristo.  Es decir, que todo el que es creyente, que realmente se ha convertido al Señor, que profundamente anhela servirle a Dios de corazón y en todo agradarlo tiene una promesa de que El quiere ser su médico único y exclusivo.

Bueno, eso es un privilegio grande.  Nunca trataremos, ni de avergonzar, ni de desprestigiar la ciencia de la tierra, ni a los médicos, pues algunos son tan sacrificados y tienen tanta sinceridad para los enfermos, pero tienen sus limitaciones, y no hay doctor en medicina que no acepte esto de que tiene limitaciones.  Ellos no lo pueden todo.  Se equivocan.  Hay cosas que son imposibles para ellos.  Pero, este médico de quien estamos hablando, con El todo es posible.  Ahí no hay limitaciones, ahí no hay fallas, ahí no hay engaño de ninguna clase.  Todo con El es posible y fácil para los que creen.
    Ahí vendríamos a una pregunta muy importante, que no la vamos a contestar ahora, pero la vamos a dejar en el ambiente para que sean ustedes quienes la contesten al final del estudio.  ¿Será entonces necesario que nosotros los creyentes de Jesucristo vayamos a la ciencia médica a buscar sanidad para nuestros cuerpos?  Luego van a dar una contestación a esta pregunta.

PROMETE QUITARA TODA ENFERMEDAD DE EN MEDIO DE TI

Pasamos a Éxodo, capítulo 23.  Tomamos ahora el verso 25 que dice: 
Mas a Jehová vuestro Dios serviréis, y él bendecirá tu pan y tus aguas; y yo quitaré toda enfermedad de en medio de ti.
Éxodo 23:25
    Observa el principio; es prácticamente un a repetición  del primer versículo, “ Vosotros serviréis a Jehová vuestro Dios”.  Quiere decir que las promesas, según vemos hasta ahora, no son para los pecadores, ni son para aquellos que se llaman evangélicos que no hacen nada para Dios, tampoco son para las personas que no le sirven al Señor.  En forma sencilla: “Si ustedes me sirven, bendeciré tu pan, tu agua y quitaré las enfermedades”.  Eso está prometido ahí, no es promesa del hombre, es promesa del Dios que creó los cielos y la tierra.  Acuérdate que dice la Biblia, que El es fiel y verdadero. *  Ahí no hay falla, ni engaño de ninguna clase.
(Cita bíblica) Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto: Apocalipsis 3:14  / Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Apocalipsis 19:11

NO HABRA MUJER ESTERIL NI QUE ABORTE

Esa promesa añade algo muy importante que tiene su relación con la sanidad divina, y dice:
No habrá mujer que aborte, ni estéril en tu tierra; y yo completaré el número de tus días.  Éxodo 23:26
    Esto tiene que ver con la sanidad divina.  Hay mujeres que se enferman y abortan, o tiene un accidente, o a lo mejor el sistema interior no es perfecto, no está normal y abortan, pero el Señor dice ahí claramente que eso es parte de la promesa: “En tu tierra no habrá mujer ni estéril”.  Es decir, que si la mujer es estéril, El la sana.  Y si hay peligro de abortar, El es responsable de sanarla e impedir el aborto.  Si esta a punto de morirse, El dice: “Completaré el número de tus días”.  Completar tus días quiere decir que, debes vivir de 70 a 80 años, no menos porque esa es la promesa para esta dispensación, 70  80 años.
    Todo aquel que tiene fe y sabe que está viviendo para Dios, que diariamente en sus oraciones se pone delante de Dios y abre su corazón y dice como David: “Si encuentras alguna iniquidad en mí y alguna maldad en mí que aún yo desconozca, muéstramelo para quitarla” cuando estamos abiertos para vivir limpia y santamente para Dios, Dios tiene que cumplir eso, porque es palabra de El.  El está obligado a Su palabra y automáticamente eso quiere decir que el que es sincero  con Dios, fiel a Dios, vive para Dios y guarda su Palabra, Dios está obligado a eso. Sea Bendito el nombre del Señor.  Porque El es fiel a Su Palabra.
Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; 24 Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno. Salmo 139:23 y 24

RECLAME SUS PROMESAS

Tú puedes  reclamar con confianza y hacer como dice el profeta Isaías.  Isaías dice:
Preguntadme de las cosas por venir; mandadme acerca de mis hijos, y acerca de la obra de mis manos.
Isaías 45:11
    Ahora, ¿quién le puede demandad a Dios?  Bueno, eso es cosa seria, pero El dice que lo hagamos.  Los que le sirven guardan Su Palabra, porque El les ha prometido muchísimas cosas y tiene que cumplírselas.  La Biblia dice que Dios esta detrás de todas sus buenas promesas para cumplirlas y que El no será tardo en poner por obra por obra Su Palabra, quiere decir, que esas promesas nos hacen creer a nosotros, que confiamos, que El es nuestro sanador, y no fallará; y atenderá a la estéril, y a la que está a punto de abortar, y al que está por morirse antes de tiempo.

COMPLETARE EL NUMERO DE TUS DIAS

    El diablo viene a matar, viene a robar y viene a destruir, pero Dios prometió, “completaré el número de tus días”.  Sin embargo, teniendo promesas tan extraordinarias como esas, ustedes ven cuantas personas en el pueblo de Dios se mueren a los cuarenta, a los cincuenta y a los sesenta años; no han completado sus días.  Quiere decir que a lo mejor no hay conocimiento de lo que
Dios ha prometido, o no están viviendo la vida que Dios demanda y que les hace acreedores a esas promesas; pero si hay fe y tú estás viviendo la palabra, no hay poder del diablo que te pueda robar a ti eso, porque lo ha prometido el Dios de nosotros.

UN PRECIOSO NIÑO

    En Puerto Rico había un joven que me ayudaba mucho en el ministerio y su esposa, muy joven también, participaba ayudándome.  Ella había estado encinta dos veces y había perdido los niños las dos veces.  Cuando quedó encinta la tercera vez, me dijo:
      -Mi esposa está encinta de nuevo.
      -¿Le vas a permitir al diablo que te robe al tercer niño?
      -Le pregunté.  Se puso muy serio:
      -¿Por qué me dice eso?  -me dijo.
       Le busqué la Biblia y le leí.
      -Mira lo que dice aquí, “que en tu tierra no habrá mujer que aborte”, por lo tanto, si ha abortado dos veces es porque el diablo le ha matado el niño, porque Dios a nosotros nos prometió, y El es fiel.  Tu le sirves a Dios, ¿por qué no reclamas lo que prometió?
       Se fue y trajo a su esposa a casa.
      -vamos a orar a Dios.  –Me dijo.
     Oramos, reclamamos a Dios y reprendimos con autoridad aquel demonio criminal.  Cuando terminamos de orar:
      -Sentí algo que se me desprendió del vientre y se fue
      -Ella me dijo.
      -El diablo que te mató los otros dos niños, a éste no te lo podrá matar –le dije.
A los nueve meses nació un niño precioso que gritaba y lloraba, para la gloria del Señor.
Fiel es el que prometió dice la Biblia, pero hay un ladrón que le quiere robar a uno lo que Dios te ha dado.  Si tú te lo dejas, te lo roba.  Un hermanito puede venir a ti lleno de amor y regalarte un par de zapatos, o cualquier otra cosa y tú sales por ahí afuera y viene un ladrón y te lo roba.
     Si tú te lo dejas robar, pues te lo robaron, pero tú no puedes decir que el hermanito no te dio el regalo que le ladrón te robó.  Así le pasa al pueblo de Dios que muchas de las dádivas y promesas de Dios se las dejan robar a Satanás.

JESÚS PERDONA TODA INIQUIDAD

Pasamos al Salmo 103, verso 3. Dice la Biblia:
El es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias.
    Fíjate que hay un doble promesa ahí; es muy importante considerar las dos cosas.  Estamos en el estudio de sanidad divina, pero, ¿por qué consideramos lo primero?  Mira bien por qué.  El es quien perdona todas tus iniquidades, no importa el pecado que sea, tú vienes al Señor a que te perdone y si setenta veces viene el hermano arrepentido de corazón, esas mismas veces tiene Dios que perdonarlo.  Si Dios nos reclama a nosotros que perdonemos setenta veces siete, pues mucho más El, que tiene más amor que nosotros.
Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? 22 Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete. Mateo 18:21 y 22

JESÚS SANA TODA DOLENCIA

    Ahora, dice la Biblia:  “El que sana todas tus dolencias”.  Si te enfermas setenta veces siete, ven al Señor que tiene que sanarte setenta veces siete también.  Es lo mismo porque el que llevó el pecado, también llevó la enfermedad, por lo tanto, si tú tienes fe para cuando fallas, venir al Señor y decirle, perdóname, ten fe para cuando viene el diablo y te pone una enfermedad, decir: “Aquí estoy para que me sanes”.  Sí, porque tenemos más fe para pedir perdón por el pecado que cometimos que para la sanidad.  ¿Qué es lo que pasa? Si cuando hay un pecado, o hay una falta, venimos al Señor y lloramos, y el Señor nos perdona instantáneamente, ¿por qué cuando viene la enfermedad corremos para el médico? ¿Por qué entonces no vamos al Señor también? ¿No es acaso lo mismo?  ES la misma promesa.
    Observa lo que dice arriba, en el verso dos del mismo salmo.  Bendice alma mía a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios, salmo 103:2.  Habla: como diciéndonos, no te olvides que el que perdona soy yo, pero tampoco olvides de que el sanador de mi pueblo, soy yo.  Sin embargo, multitud de cristianos, si pecan, se tiran al piso a gritar delante de Dios por eso, pero y por qué cuando se enferman no se ponen a gritar también delante de Dios y se levantan sanos dando: ¡Gloria a Dios! Y reprenden un diablo mentiroso y traidor.  Quiere decir que falta fe.
2 Bendice, alma mía, a Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios.  3 El es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias;  4 El que rescata del hoyo tu vida, El que te corona de favores y misericordias  Salmos 103:2-4

NO TE ATEMORICES

Cuando uno peca, tranquilo viene a Dios, pero cuando se enferma, le da temor: “¿Y si me muero?”  Si te mueres te vas para el cielo con el Señor.  Da gloria a  Dios.  ¿A qué le tienes miedo si tienes a Cristo? ¿No dice la Biblia:
No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo. 
                                                                                          Isaías 41:10
No es que te las va a dar, es que te las dio ya.  “Yo te he dado fuerzas, Yo te ayudo”, y dice: “ Yo te sostengo con la diestra de mi justicia”.  Cuando viene la enfermedad no te atemorices, piensa hay alguien que te dijo: “Yo soy tu sanador, yo quitaré toda enfermedad en medio de ti; yo soy el que sana todas tu dolencias”.  Empieza a hablar eso y repítelo, apréndete de memoria las promesas de sanidad divina.

RECIBE FE – HABLA LA PALABRA

Si hay tanta gente que se sabe de memoria muchas cosas, apréndete de memoria la Palabra de Dios, que con esa espada es que tú peleas contra el diablo.  Esa es la espada del Espíritu, dice el apóstol Pablo.  Tú tienes que tener la espada en la mano, si es que estás vestido con toda la armadura.  Hay gente, en el mismo pueblo de Dios, que sabe de memoria muchas cosas y no sabe la Palabra.  Apréndete de memoria versículos de la Biblia que son instrumentos de poder, de autoridad, de defensa para ti, rechaza los dardos de Satanás y cuando venga un síntoma, aunque sea un dolor de cabeza, estornudo, no esperes ni un minuto, empieza a hablar la Palabra inmediatamente.Quiere decir que con la espada tú vas cortando al diablo, vas dándole por todos lados según tú hablas y repite la palabra, recibes fe, la fe viene por el oír la Palabra.  Así vas sintiendo más confianza y de momento tú dices: “Dios me sanó”, y sigues andando tranquilo.  Esa es la fe en la que tenemos que movernos los cristianos.  No te olvides que este asunto es más peligroso de lo que tú crees, porque dice la Biblia, que sin fe es imposible agradar a Dios; no dice que es difícil, dice: “ es imposible”.  Porque en el momento en que tú empiezas a llenarte de temor y a titubear, tú estás dudando de la veracidad de Dios.  Tú estás dudando de la sinceridad de Dios y del poder de Dios y declarando: “A lo mejor Dios puede fallar y Dios a lo mejor puede mentir, o a lo mejor no me sana, o a lo mejor me deja enfermo, o a lo mejor me muero”. El Señor que está al lado tuyo, El, que está ahí bien cerca de ti, qué triste se pone al ver que tú dudas de El.  El es el sanador de su pueblo.
 
De acuerdo a lo que hemos visto hasta ahora, no me contestes la pregunta, pero déjala en tu corazón.  Haz como María, medita en tu corazón.  De acuerdo con lo poco que has oído hasta ahora, ¿será necesario que nosotros, los creyentes que tenemos a Cristo, que sentimos la presencia del Señor, que sentimos ríos de agua viva y sabemos que no es un cuento de hadas, sino una realidad que tenemos a Dios dentro de nosotros y nuestro nombre escrito en el cielo, será necesario que vayamos a los médicos de la tierra, a que nos receten y nos traigan la sanidad?  Piénsalo, medítalo y después me contestas.
Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. Hebreos 11:6



 

La fe verdadera

 La fe verdadera
Dios sacia a los hambrientos,  Dios toca a los apasionados, tu actitud determina tu altitud. 

Romanos  4:18,  nos  muestra  como  Abraham  creyó  esperanza  contra  esperanza    creyendo  la Palabra que había recibido de que sería padre de muchas generaciones y no dudó, aunque era de noventa y nueve años y Sara estéril, sino que se fortaleció con esa promesa recibida   y dio la gloria a Dios. 
Dios sacia a los hambrientos,  Dios toca a los apasionados, tu actitud determina tu altitud.  Habrán situaciones en contra en  tu vida, pero siempre hay esperanza, tanto en el ámbito natural como en el espiritual, la fe es contada por justicia como en el caso de Abraham que aunque era de esa edad y su mujer estéril creyó en  la promesa.   Si usted mira a  los patriarcas del Antiguo Testamento se dará cuenta que ellos no solo fueron reconocidos por el cumplimiento de las leyes de Dios sino por la fe en El.

Cuando Jesús vino fortaleció el concepto de la fe, en los diecinueve casos de sanidades especificas,
siempre Jesús dijo hágase conforme a tu fe. No podemos obviar que además de que la gente  fue sana por  Jesús  también  fue necesario que creyera en la Palabra dada por Él, creerle desata el milagro.
El  que  tiene  fe  verá  la  Gloria  de  Dios, conquistará  reinos,  derribará muros,  tapará  la  boca  de leones, esta es la fe que vence al mundo, no sabemos quien, ni cuando pero tenemos la certeza de que las cosas que aún  no vemos pronto las tendremos delante de nuestros ojos.

La fe es la certeza de lo que esperamos y la convicción de lo que no se ve, muchas veces a la hora de  la ministración  la  gente  se muestra  como  si  tuviera  fe,    pero  en  realidad  lo  que  tienen  son heridas o situaciones que los debilitan. Existen ciertos  tipos de discípulos como  lo describe  Juan 20:24 en adelante,   describe a   Tomás, que aunque era uno de  los doce era  incrédulo, al punto que  Jesús  le hizo poner  su mano en  su costado y  le mostró  las heridas de  los  clavos en  sus manos para que pudiera  creer que aunque había durado tres días en el sepulcro resucitó, y le dijo Tomás porque viste creíste dichosos los que creen sin haber visto.

Tu fe no puede ser después de haber visto,  eso no es fe, si vas a creer después que ya tengas un hijo no tiene sentido. Hay gente que habla cosas pero no las cree y hay otras que creemos  y hablamos de lo que hemos creído, muchas veces no tenemos ni  idea pero sabemos que algo viene de parte de Dios,  los que tienen fe disfrutan de su vida cristiana porque saben que algo va a pasar, en cambio  los que son como Tomás son aburridos. La fe hace que el que cree se prepare y se vista como quien espera algo grande, como nosotros.La  fe  es  victoria  antes  de  la  victoria. Esta

ciudad va a estar a  los pies de Cristo,  los Tomás   solo hablan de crímenes, de  lo malo que sucede en la ciudad, pero nosotros hablamos lo que Dios tiene para esta ciudad. Como en 1 de Samuel 4:2, nos muestra la fe del sacerdote, si no hay verdadero arrepentimiento, la presencia de Dios para  ti  se  convierte en un  amuleto.   Hay quienes  creen que  aún haciendo  lo malo, porque buscan de Dios  tendrán la bendición de Él,  creen que aún si roban porque vienen a la Iglesia, diezman y ofrendan no les va a pasar nada.  O en cuanto a la salud si no se cuidan vivirán las  consecuencias,  porque  aún  cuando  mi confianza  está  depositada  en  el  Señor  yo  consulto médicos previniendo cualquier dolor, aún sabiendo que Jesús pagó por mi enfermedad, a veces la gente cree manipular a Dios, eso no es fe,  la fe no es ciega, la fe ve claramente, cuando recibes una Palabra de parte de Dios crees que aquello va a suceder.

La fe es fundamentada  en la Palabra de Dios, si quieres ver la Gloria de Dios no lo harás con la fe de Tomás.
Cada vez que estés frente al mar no vas a decir ábrete, porque esa Palabra fue dada a Moisés, Dios te dará una Palabra para ti, que te va a sostener con seguridad.
Abraham hizo tres cosas:

1.  Cambio su nombre de Abran a Abraham.  
2.  No miró  las circunstancias, aún cuando era su cuerpo viejo y  la matriz de Sara estéril, el que mira  las circunstancias se hunde,   así como Noé que dejo una ventana en  la parte de arriba del arca  con una medida de un codo por un codo  con el  fin de mirar al  cielo, así mismo, tú has de mirar que dice en la Palabra de Dios.
3.  Abraham se fortaleció dando  la Gloria a Dios, cuando  la cosa se pone dura solo debemos adorar, si el síntoma reaparece adora a Dios.

lunes, 8 de febrero de 2010

Promo de Nuestro evento Evangelistico

Nuestro Ministerio esta de placeme por este maravilloso día, en la cual proclamaremos a nuestro Dios. Una noche de Alabanza & Adoración, júbilo, cantico donde Dios será el principal invitado, y como su tema lo dice el impacto de adoracion lo tendran cada persona, cada hermano, cada amigo, cada corazon que sea entregue a Dios con pasion de alabarle, de decirle a lo que no creen que Cristo no esta vivo en nuestro corazones.

Una noche para escuchar palabra de Dios, si en momentos en que la sociedad se desmorona, donde no hay soluciones, donde hay tanto jovenes sin esperanza, donde hay vidas que dicen ya no puedo más, donde la violencia no arropa, y nos llena de luto y dolor, !Hay una esperanza en Jesús! y este 17 de Marzo será el día en que se recordará que Cristo es la solición. JBS Dios te bendiga. Esperamos tu respaldo pueblo de Dios.