viernes, 27 de agosto de 2010

sábado, 21 de agosto de 2010

A Dios le agrada Isabelle Valdez

Perdona, y tendrás paz interior

Murió cuando faltaban dos días para que cumpliera ochenta y siete años. Los nietos tenían preparada una fiesta en una finca. Torta y música folclórica. Lo que le gustaba. Su deceso pudo pasar desapercibido, pero no fue así. Ramón Peralta Arsayús, un curtido campesino de Costa Rica se convirtió en record mundial. ¿La razón? Cumplió doce años, cuatro meses y seis días, odiando a su padre.
Era un adolescente cuando el progenitor lo regañó en medio de una reunión. "No debes intervenir en las conversaciones de los adultos, porque eres un niño", le riñó su padre. Como él levantó los hombros, presa de la ira el hombre le golpeó la cara y lo envió al cuarto. Ese incidente jamás se borraría de su mente. "Lo odio", se repetía una y otra vez.
Los esfuerzos de su padre resultaron inútiles en procura de que volvieran a tener un trato amable. La mirada del muchacho siempre estuvo cargada de resentimiento. Ni siquiera lo perdonó un día en que, embriagado, le pidió perdón. "Hijo, reconozco que el incidente de aquel día te dolió. Perdóname". Él se limitó a sonreír, y no dijo nada. No lo perdonó.
Cuando agonizaba en una clínica, el padre llamó a Ramón, pero ni siquiera en ese momento tan emotivo, tomó la decisión. Así se lo compartió a su esposa y a sus hijos: "No creo que pueda perdonarlo jamás".
Siempre insistía que en su lápida colocaran: "Aquí yace alguien que no pudo perdonar". Y aunque se negaron a hacerlo, sus familiares comentaron el día del velorio que anidó el odio hasta el último instante de su vida…
Dios te perdonó, estás llamado a perdonar
Desde antes de la creación del mundo, Dios nos amaba. Él es amor y su amor por nosotros no tiene límites (Jeremías 31:3 a; 1 Juan 4.7; Juan 3:16).
Cuando comprendemos la grandeza de ese amor, apreciamos en su verdadera dimensión el hecho de que amar debe ser uno de los distintivos que marque la diferencia donde quiera que estemos, en lo que pensamos y hacemos: "Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte. Todo el que odia a su hermano es un asesino, y ustedes saben que en ningún asesino permanece la vida eterna."(1 Juan 3:14, 15. Nueva Versión Internacional)
El amor de Dios debe ser correspondido. Él nos ama—eso está claro--. Y nosotros debemos amarnos y amar a quienes están alrededor, con los que interactuamos e incluso, a quienes nos despiertan animadversión sin haberles tratado.
Las dimensiones del amor
Era un día cualquiera, si lunes o martes, nadie lo recuerda, aunque sí lo que ocurrió y convirtió aquella ocasión en algo extraordinario que pasaría a la historia.
El Señor Jesucristo se encontraba en Jerusalén. Un grupo de eruditos en las Escrituras, líderes de los fariseos, lo abordaron con el propósito soterrado de tenderle una trampa. "—Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley?--. "Ama al Señor tu >Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente",--le respondió Jesús--. Este es le primero y más grande de los mandamientos. El segundo se parece a éste: Ama a tu prójimo como a ti mismo"(Mateo 22:37-39, Nueva Versión Internacional).
Sobre la base de este principio que enseñó Jesús, descubrimos las dos dimensiones del amor que debe anidar en nuestro corazón, en una relación que se orienta en dos direcciones: una vertical y la otra horizontal. La vertical, la necesidad de amar a Dios, lo que a su vez se refleja en armonía y crecimiento espiritual. En la línea horizontal, encontramos la importancia de perdonarnos y amarnos a nosotros mismos y a los demás.
Como recordará, unos párrafos atrás leímos que el apóstol Juan asocia el odio con una trasgresión gravísima: el asesinato.
La falta de perdón es una atadura
No perdonar a quien nos ha causado daño, produce inestabilidad en nuestra vida espiritual y desencadena estancamiento en el proceso de crecimiento personal. Es unA terrible atadura que aprovecha Satanás para destruirnos. El sabe aprovechar esas semillas de odio y resentimiento para ganar terreno; no en vano el Señor Jesús nos advirtió que el enemigo "…no viene más que a robar, matar y destruir…", y añadió el amado Salvador: "…yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia"(Juan 10:10 a).
Le invito para que evalúe por un instante qué beneficios arroja a nuestro ser el asumir una actitud no perdonadora. ¡Ninguna! Por el contrario, nos produce desasosiego e infelicidad que se prolongan tanto como nos empecinemos en odiar.
¿Quieres recibir perdón?, entonces perdona
En el Reino de Dios hay una ley ineludible que existe desde la misma fundación del universo. Es la ley de la siembra y la cosecha. Recogemos lo que hemos plantado.
El amado Maestro la explicó con sencillas palabras, que encuentran un profundo significado: "No juzguen, y no se les juzgará. No condenen, y no se les condenará. Perdonen, y se les perdonará. Den, y se les dará: Se les echará en el regazo una medida buena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes"(Lucas 6:37, 38. Nueva Versión Internacional)
Si perdonamos, recibimos perdón. No solamente de dios sino de quienes nos rodean. No podemos pretender que los demás perdonen nuestras faltas, si nosotros mismos no damos perdón.
Recue4rde siempre que la misericordia triunfa sobre el juicio. La antesala de una buena reconciliación con Dios es perdonar al prójimo y perdonarnos a nosotros. Nadie nos obliga a perdonar. Es una decisión personal.
El Señor Jesús instruyó: "Porque si perdonan a otros sus ofensas, también los perdonará a ustedes su Padre celestial. Pero si no perdonan a otros sus ofensas tampoco su Padre les perdonará a ustedes las suyas"(Mateo 6:14, 15, Nueva Versión Internacional). El apóstol Santiago, por su parte, fue más contundente cuando advirtió: "Hablen y pórtense como quienes han de ser juzgados por la ley que nos da libertad, porque habrá un juicio sin compasión para el que actúe sin compasión. ¡La compasión triunfa sobre el juicio!"(Santiago 2:12, 13. Nueva Versión Internacional).
Si usted perdona, comienza el proceso de transformación de su mundo interior y del que le rodea.
No contamine a otros
La falta de perdón termina ejerciendo influencia no solo en nuestro corazón que se llena de amargura, sino en quienes le rodean. Como explicó el que a mi juicio es el autor de la carta a los hebreos, el apóstol Pablo: "Asegúrense… de que ninguna raíz amarga brote y cause dificultades y corrompa a muchos…" (Hebreos 12:15, Nueva Versión Internacional)
Perdonar no es fácil. No lo fue antes ni lo es ahora. Por esa razón, no es en nuestras fuerzas en las que debemos procurar perdonar, sino en las fuerzas de Dios. La Biblia nos enseña que en el Señor Jesús podemos hacerlo: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece"(Filipenses 4:13, Nueva Versión Internacional).
Tras reconocer que es en Jesucristo como avanzamos hacia el perdón y por ende la sanidad interior, de nuestro corazón herido cuando nos han causado daño, es importante una última recomendación: En adelante, rechace todo pensamiento que alimente el rencor, y llévelo cautivo a la obediencia a Cristo como enseña ese libro maravilloso que es la Biblia (2 Corintios 10:5).
Comprobará que su vida experimentará cambios de significación. Si quiere alcanzar la paz interior, ¡desarrolle una actitud perdonadora!
¿Ya Jesucristo mora en su corazón?
No podríamos concluir esta reflexión sin preguntarle: ¿Ya recibió a Jesucristo en su corazón? Hoy es el día apropiado para hacerlo. Dígale en oración: "Señor Jesús, reconozco que he pecado. Gracias por morir en la cruz por mis pecados, para perdonarme y abrirme las puertas a una nueva vida. Te recibo en mi corazón como único y suficiente Salvador. Haz de mi la persona que tú quieres que yo sea. Amén"
Si hizo esta oración, le felicito. Ahora tengo tres invitaciones para usted: La primera, haga de la oración un principio de vida diaria. Orar es hablar con Dios, como nuestro Padre celestial, pero también como nuestro amado amigo. La segunda, lea el libro más maravilloso, la Biblia, en el que aprenderá principios sencillos y prácticos que le llevarán al éxito personal y espiritual, y por último, comience a congregarse en una iglesia cristiana. ¡Su vida no será la misma desde hoy con la ayuda del Salvador!
Si tiene alguna inquietud, por favor, no dude en escribirme a
:
Email: Ps.Fernando@adorador.com

¿Cómo enfrentar y superar la pérdida de un ser querido?

Ps. Fernando Alexis Jiménez. 
Apenas iba llegando del trabajo, cuando lo llamaron por teléfono. Jamás lo esperó. Un golpe muy fuerte. Mientras asentía con la cabeza, indicando que comprendía el mensaje, las lágrimas surcaron su rostro. El dolor lo embargaba. Dejó el auricular sobre la mesa, luego miró a su esposa y se atrevió a musitar:
--Murió mi madreHace unos minutos apenas; me lo acaba de confirmar Raúl. Creo que es mejor que te arregles. Vamos para allá. —
Rebeca lo abrazó. Fue lo único que atinó a hacer. Ella misma estaba consternada. La escena era inconcebible para una pareja que siempre había gozado de tranquilidad.
--No te preocupes. Cálmate. Todo saldrá bien--, trató de tranquilizarlo.
--¿Qué tome las cosas con calma? ¡Por Dios, Rebeca! Es mi madre la que acaba de morir. ¡Claro, a ti no te afecta como a mí!.--
La mujer se quedó mirándolo aterrada. No salía de su asombro. Jamás había sido así. En lo más profundo de su ser se sintió herida. Aquello era más de lo que podía esperar. Ella también comenzó a llorar, en esa extraña mezcla de tristeza por la pérdida de su suegra y desconsuelo por lo que había ocurrido con su marido.
Él por su parte, debía conjugar dos momentos dramáticos: de un lado la sensación de vacío que le despertaba la pérdida de su madre, y de otra parte, el desaliento tras comprobar que había ofendido a su cónyuge. No sabía cuál de los dos sentimientos encontrados le provocaba más angustia. De camino al hospital no podía concentrarse mientras conducía… ¡Aquél día se le había convertido en una tragedia.
Enfrentando situaciones inesperadas
La pérdida de un ser querido jamás estará dentro de nuestras expectativas inmediatas. Por una extraña razón, inherente al ser humano, pensamos en todo menos en que algo malo pueda ocurrir. En momentos así lo menos aconsejable es abordar a la persona con recomendaciones tales como: "No te preocupes", "Hay que resignarse", "A todos nos puede ocurrir", "No importa, al fin y al cabo la vida sigue", "Tienes una familia que te ama, y todo volverá a ser normal", entre otras expresiones.
En momentos así, en los que se confunden las emociones, lo más probable es que la persona reaccione con molestia ante las instrucciones para conservar la serenidad. Incluso, es posible que interprete esos consejos como una manifestación de incomprensión e intolerancia por parte de su interlocutor.
Una inclinación, muy natural, es a querer morirse también. En medio del dolor, el mundo se torna gris y llegan a concebir que nada tiene sentido, ni siquiera la existencia. Pueden incluso razones que nadie alrededor alcanza a imaginar siquiera lo que está experimentando.
Para ser sinceros, usted y yo jamás dimensionamos lo que está sintiendo el otro. Es probable que hayamos pasado por situaciones similares, pero no habremos sentido lo mismo. Recuerde que cada uno tiene su propia forma de asumir los períodos de dificultad. Con ese precedente, lo más aconsejable es permitirle que se desahogue, bien sea hablando o llorando. No interrumpirle, simplemente permitirle que saque todo el dolor que lleva dentro. Es esencial que vivan el duelo particular a su drama.
¿Cómo podemos ayudar a alguien en momentos de dolor?
Cuando alguien atraviesa por el dolor de perder un ser querido, lo esencial es que le brindemos acompañamiento. No juzgarle, señalarle o indicarle qué es lo que debe hacer. Simplemente acompañarle, estar a su lado, que sepa que hay alguien que desea brindarle su respaldo.
Otras sugerencias en casos así son:
a. Escuchar sin interrumpir
b. No procurar que cambie de tema
c. Aconsejarle—en caso que haya lugar—pero midiendo mucho cada palabra
d. No colarnos como ejemplo de alguien que sí sabe manejar situaciones traumáticas
e. No imponerle tiempos o un cronograma para que haya "resuelto" su situación de duelo
f. No espere que la persona resuelva el conflicto de la noche a la mañana
g. En caso que la persona reaccione agresivamente, comprenda que está viviendo un momento difícil
Todos hemos pasado o tal vez atravesaremos por situaciones traumáticas, que desencadenan un conflicto interno.
En nuestra condición de cristianos, es a Dios a quien recurrimos en momentos complejos, para pedirle sabiduría, que nos ayude a encontrar las palabras apropiadas para aconsejar a quien vive una etapa de dolor emocional.
El manejo del dolor emocional a la luz de la Biblia
Las Escrituras, que siempre tienen una respuesta a nuestros interrogantes y nos brindan principios prácticos y sencillos para avanzar hacia la superación de los conflictos, enseña que es natural sentir que todo alrededor se vuelve gris cuando el dolor embarga nuestro corazón. El rey David escribió: "El dolor me nubla la vista; ¡se me nubla por culpa de mis enemigos!" (Salmo 6:7). En momentos así, enfrentamos desánimo, y la concepción de que todo en torno nuestro no constituye más que un laberinto sin salida: "¡El dolor y los lamentos acaban con los años de mi vida! La tristeza acaba con mis fuerzas; ¡mi cuerpo se está debilitando!" (Salmo 31:10).
Aunque los pasajes bíblicos se escribieron muchos siglos antes de que la sicología hiciera los modernos descubrimientos en el manejo de las situaciones de conflicto, los autores sagrados tenían claro que es fundamental el proceso del desahogo: "Cuando pienso en estas cosas, doy rienda suelta a mi dolor. Recuerdo cuando yo iba con la gente, conduciéndola al templo de Dios entre gritos de alegría y gratitud. ¡Qué gran fiesta entonces!" (Salmo 42:9), sobre todo cuando se experimenta la sensación de amargura, desánimo y profundo dolor, difícil de describir con palabras (Cf. Salmo 39:2; 73:21; 116:3; 119:28).
Entregar el dolor emocionar a Dios
El paso más apropiado, tal como lo enseña la Biblia, es entregar a Dios toda nuestra angustia y tristeza: "El Señor le dará fuerzas en el lecho del dolor; ¡convertirá su enfermedad en salud!" (Salmo 41:3)."...pues te cubrirá con sus alas y bajo ellas estarás seguro. ¡Su fidelidad te protegerá como un escudo!" (Salmo 91:4). Nuestro amado Padre, promete cuidarnos:
Por su parte, el apóstol Pedro recomendó que todos esos sentimientos encontrados, que provocan dolor y desaliento, debemos someterlos al Señor: "Dejad todas vuestras preocupaciones a Dios, porque él se preocupa de vosotros" (1 Pedro 5:7).
Entregar al Señor todo cuanto nos doblega, no es otra cosa que dejar esos hechos dolorosos en Sus manos y permitir que obre en nuestra existencia, trayendo paz, como dice el apóstol Pablo: "Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús" (Filipenses 4:6, 7).
Le invito a considerar el hecho de que, para el autor, es imprescindible que vayamos al Padre celestial en oración. Volcarle todo cuando hay en nuestro corazón. Es decirle cómo nos sentimos, el temor que nos embarga y el desasosiego que gana terreno. Él nos comprende, no nos cuestiona y abre puertas para encontrar soluciones.
La respuesta, tal como la describe el apóstol Pablo, proviene de Dios y se evidencia en una "paz que sobrepasa todo entendimiento". Esa paz traerá sosiego a nuestras emociones y nos ayudará a controlar los pensamientos que nos avivan el dolor y la tristeza.
¡Hay salida para el sufrimiento! Está en Dios. Él quiere ayudarnos, pero es necesario que le abramos las puertas del corazón. Vuelva su mirada Él, sin temor, ya que no quedará avergonzado.

jueves, 19 de agosto de 2010

Tan solo crees José Luis Reyes

La Obediencia

La Obediencia

Mt 21:28-32

28Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña. 29Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue. 30Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Y no fue. 31¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero. Jesús les dijo: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios. 32Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle. INTRODUCCIÓN.


Si hay algo que la humanidad ha buscado es hacer lo que cada quien quiere, sin embargo esto no es posible dado que la creación misma nos declara que existe un orden en todas las cosas, podemos ver que los cuerpos celestiales y aún lo más pequeños están sujetos a leyes que los rigen y mantienen el orden en la creación.


Cuando alguno de nosotros desafía las leyes, entonces debemos vivir las consecuencias de esto. Por ejemplo, cuando alguno de nosotros decide enfrentar la ley de la gravedad desde 4 m de altura, la consecuencia pueden ser graves daños físicos, si no hacemos nada que nos conduzca a enfrentarla estaremos a salvo, de lo contrario sufriremos las consecuencias.


De la misma manera la Biblia declara que hay un Dios y un Señor, al cual debemos sujeción, no sólo porque nos ha salvado, sino porque Él es Dios por sobre todas las cosas y no es que tenga derecho a que le obedezcamos, sino que le debemos la obediencia. Hoy hablaremos acerca de la verdadera obediencia.


OCASIÓN DE LA PARÁBOLA


Existen reglas claras para interpretar una parábola, no queremos infringir esto para y caer en el error de decir o espiritualizar erróneamente, quitando la enseñanza de la Palabra del Señor. Para hacer una correcta interpretación debemos identificar el motivo para decir la parábola y la enseñanza que contiene.


1. Motivo. El encuentro del Señor Jesucristo con los sacerdotes y ancianos del pueblo (Mt 21:23 Cuando vino al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a él mientras enseñaba, y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿y quién te dio esta autoridad?) que enfrentaban su autoridad. El objetivo de estos sacerdotes era quitarle la autoridad para así justificar la desobediencia a sus palabras y demandas. Estos hombres menospreciaban la autoridad de Jesús y no se sentían comprometidos a obedecerle. Por tanto, Jesús utiliza una parábola para demostrarles su actitud.


2. Enseñanza. El reconocimiento de la autoridad es haciendo en la práctica lo solicitado. Jesús enfrenta a estos religiosos a que no solamente las palabras son suficientes para mostrar la obediencia a la autoridad, sino que los hechos determinarán si se ha obedecido o no. Ellos sabían las demandas de Dios y públicamente asentían a las mismas, pero en la práctica no era cierto y Jesús se los demuestra enfrentándolos ya que no habían obedecido a Dios por medio de su siervo Juan, quien preparo el camino para el Mesías.


Aunque uno de los hombres dijo que haría lo que su padre le pidió, en realidad no lo hizo, estos son los religiosos. El que se negó a hacer la voluntad de su padre, pero que finalmente lo hizo, estos son los publicanos y rameras, que reconocían que no estaban haciendo la voluntad de Dios, pero que ahora sí querían hacerlo obedeciendo al mensaje de Dios por medio de su siervo Juan.





Y actualmente sucede lo mismo, muchos que se dicen cristianos y aún los que verdaderamente lo son, están siendo engañados por el enemigo de Dios para que crean que porque asienten intelectualmente a la Biblia, ya están obedeciendo a Dios, siendo que no es así.


Queremos ver lo que implica la verdadera obediencia.


¿QUÉ ES LA OBEDIENCIA?


Antes de continuar tenemos que definir los términos que utilizaremos para que no nos confundamos.


La definición del diccionario dice:


OBEDIENCIA. Acción de obedecer || Sumisión de una cosa a otra.


OBEDECER. Someterse a la voluntad ajena y ejecutarla.


Esta definición aunque nos ayuda se queda muy corta con respecto al concepto que la Biblia enseña acerca del tema de la obediencia. Al realizar un estudio de la palabra en la Escritura encontramos detalles muy reveladores que son muy importantes para la enseñanza del asunto, veamos:



Palabra

Significado
Ejemplo

Apertheo Desobediente, no creer

1P 3:20 los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua

Upakouo

Atender una instrucción o llamado
2Te 1:8 en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo

Pertho

Obedecer por haber sido persuadido
Ga 5:7 Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad?

Upotásso

Sujetarse, someterse a otro. Se refiere a una actitud voluntaria de darse en cooperación, asumiendo una responsabilidad y llevar una carga
Ro 13:1 Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas

Upokoe

La obediencia a alguien mostrada en la observancia de los requerimientos
1P 1:22 Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro


Después de haber analizado la obediencia bíblica, ésta conlleva los siguientes aspectos:


1. Atención. Al prestar nuestros sentidos e intelecto al requerimiento de quien demanda la obediencia.


2. Reflexión. Meditación cuidadosa de las implicaciones y demandas asociadas al requerimiento.


3. Compromiso. Al aceptar la total responsabilidad asociada al cumplimiento de la voluntad de quien nos estamos sujetando para obedecerlo.


4. Confianza. Al aceptar la validez y necesidad del requerimiento hecho.


5. Exactitud. Al aceptar el método y forma necesarios para cumplir lo solicitado.


6. Ejercicio de la voluntad. Al decidir cumplir el requerimiento por voluntad personal, sin coacción de ningún tipo.


7. Acción. Al Ejecutar el requerimiento.



Por otro lado, el Espíritu Santo produce en nosotros la necesidad de obedecer al Señor nuestro Salvador Fil 2:13 porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. Por lo tanto, un verdadero creyente tiene la necesidad y el deseo de obedecer a Dios. Tenemos que reconocer que cuando no estamos bajo el control del Espíritu Santo, nuestra carne nos demandara satisfacerla y por lo mismo, nos llevará a la desobediencia y al pecado contra Dios.


Dado que la obediencia es un fruto espiritual, podemos concluir que es perfectamente posible obedecer al Señor, sin embargo en la práctica existen estorbos a la obediencia.


ESTORBOS A LA OBEDIENCIA


Veremos en tres pasajes de la Escritura nueve estorbos de la carne para que podamos obedecer, la identificación personal de ellos en nosotros y la confesión inmediata delante de Dios y el correspondiente perdón y limpieza por parte de Él, nos llevará al camino de la obediencia.


Is 1:16-20 16Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; 17aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda. 18Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. 19Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra; 20si no quisiereis y fuereis rebeldes, seréis consumidos a espada; porque la boca de Jehová lo ha dicho.


· El pecado en general. El pecado de hecho es cualquier desobediencia a la voluntad de Dios, adicionalmente, al estar en el ámbito de la carne, ningún sometimiento a la voluntad de Dios se puede calificar como la obediencia bíblica, hasta que no se confiese el pecado, esta supuesta “obediencia” son simples obras que no son aceptadas ni bendecidas por Dios. Al pecar corremos el riesgo de cometer una cadena de pecados, por ejemplo tenemos al rey David que al cometer el pecado de lascivia con Betsabé se añadieron el de fornicación, la mentira, la hipocresía y el asesinato.


Pr 3:1-12 1Hijo mío, no te olvides de mi ley, y tu corazón guarde mis mandamientos; 2Porque largura de días y años de vida y paz te aumentarán. 3Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad; átalas a tu cuello, escríbelas en la tabla de tu corazón; 4y hallarás gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y de los hombres. 5Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. 6Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas. 7No seas sabio en tu propia opinión; teme a Jehová, y apártate del mal; 8porque será medicina a tu cuerpo, y refrigerio para tus huesos. 9Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos; 10y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto. 11No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, ni te fatigues de su corrección; 12porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere.


· Vr. 5. Apoyarse en la propia prudencia. Confiar en la propia capacidad y criterio, erigirse a uno mismo como la autoridad de juicio con respecto a lo que se debe o no hacer. Como ejemplo Lv 10:1-2 1Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó. 2Y salió fuego de delante de Jehová y los quemó, y murieron delante de Jehová.


· Vr. 7. Ser sabio en la propia opinión. Confiar en las convicciones de la carne y esquema de valores conformados por el modelo del mundo. Aplicar la inteligencia de la carne y no la sabiduría espiritual del Señor y su Palabra. Como ejemplo tenemos a los fariseos de los tiempos del Nuevo Testamento.


· Vr. 11. Menosprecio y fatiga de la corrección de Dios. En otras palabras, no tener temor de Dios. Esto produce un carácter audaz que lleva a la persona a mantenerse siempre en desafío hacia la voluntad del Señor.



Como ejemplo tenemos la ciudad de Jerusalén que no recibió la corrección del Señor y no confió en Él, Sof 3:1-5 1¡Ay de la ciudad rebelde y contaminada y opresora! 2No escuchó la voz, ni recibió la corrección; no confió en Jehová, no se acercó a su Dios. 3Sus príncipes en medio de ella son leones rugientes; sus jueces, lobos nocturnos que no dejan hueso para la mañana. 4Sus profetas son livianos, hombres prevaricadores; sus sacerdotes contaminaron el santuario, falsearon la ley. 5Jehová en medio de ella es justo, no hará iniquidad; de mañana sacará a luz su juicio, nunca faltará; pero el perverso no conoce la vergüenza.


Sal 73:1-3 1Ciertamente es bueno Dios para con Israel, para con los limpios de corazón. 2En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos. 3Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos.


· Vr. 3. Por envidia para con los incrédulos. El desviar la vista del autor y consumador de la fe: Cristo; nos hace fijarla en los incrédulos, aunado a esto y a los apetitos de la carne, el deseo de obtener los falsos beneficios que parecen gozar los incrédulos nos expone a la desobediencia para alcanzar en nuestras fuerzas los anhelos, que Dios, en su tiempo y voluntad, puede satisfacer.



La fuente de la desobediencia la encontramos en Lv 26:14-21 14Pero si no me oyereis, ni hiciereis todos estos mis mandamientos, 15y si desdeñareis mis decretos, y vuestra alma menospreciare mis estatutos, no ejecutando todos mis mandamientos, e invalidando mi pacto, 16yo también haré con vosotros esto: enviaré sobre vosotros terror, extenuación y calentura, que consuman los ojos y atormenten el alma; y sembraréis en vano vuestra semilla, porque vuestros enemigos la comerán. 17Pondré mi rostro contra vosotros, y seréis heridos delante de vuestros enemigos; y los que os aborrecen se enseñorearán de vosotros, y huiréis sin que haya quien os persiga. 18Y si aun con estas cosas no me oyereis, yo volveré a castigaros siete veces más por vuestros pecados. 19Y quebrantaré la soberbia de vuestro orgullo, y haré vuestro cielo como hierro, y vuestra tierra como bronce. 20Vuestra fuerza se consumirá en vano, porque vuestra tierra no dará su producto, y los árboles de la tierra no darán su fruto. 21Si anduviereis conmigo en oposición, y no me quisiereis oír, yo añadiré sobre vosotros siete veces más plagas según vuestros pecados.



· Vr.15. Desdeñar y menospreciar los estatutos y decretos. La confianza en la capacidad y sabiduría personales nos lleva a caer en la soberbia, esto produce que los estatutos y decretos del sabio Dios sean tenidos en menos. Nos damos cuenta de esto cuando tenemos justificantes tales como: “Estos son otros tiempos”, “No hay que ser exagerados o legalistas”, “No creo que sea tan importante”, “A mí eso no me afecta”, “Yo ya superé esos problemas”. Cuando creemos que algo no es importante se hace a un lado, provocando la consiguiente desobediencia al Señor. No hay mandamiento o declaración bíblica que no sea importante.


Esto les sucede mucho a los jóvenes, estos descansan mucho en la fortaleza de su juventud, desdeñando la sabiduría de los mayores y por tanto también el consejo divino, piensan que porque son jóvenes, tendrán tiempo para divertirse y después para hacer lo que ellos crean, no preparándose para los tiempos en los cuales no tengan satisfacción Ec 12:1 Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento. Es una actitud común en esta etapa de la vida.


Ejemplo: Saúl 1S 13:13 Entonces Samuel dijo a Saúl: Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre.


· Vr.18. Endurecimiento ante el trato de Dios. La disciplina del Señor no es un castigo como el que aplican los hombres, su propósito principal es el corregir al que se ha desviado para que no caiga en mayor condenación. La Biblia declara que el Señor no aflige por gusto a las personas Lm 3:33 Porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres; y lo que a los ojos de los hombres es un castigo, desde la perspectiva del Señor es un acto de amor y de enseñanza para guardar a los que son suyos.


Cuando una persona no ha entendido esto, sino que piensa que Dios sólo quiere castigarlo, su corazón comienza a endurecerse y entonces desobedecerá al Señor. Ejemplo Jon 1:1-3 1Vino palabra de Jehová a Jonás hijo de Amitai, diciendo: 2Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí. 3Y Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis, y descendió a Jope, y halló una nave que partía para Tarsis; y pagando su pasaje, entró en ella para irse con ellos a Tarsis, lejos de la presencia de Jehová.


· Vr.19. La soberbia del orgullo. En la versión La Biblia al día se lee: Quebrantaré su orgulloso poder. Tenemos que reconocer que el esfuerzo y la perseverancia alcanzan su fin, lo que aquí nos dice es que existe una actitud, la no dependencia de Dios; tomando su propio camino y alcanzando sus objetivos, independientemente de Dios, hasta el punto de olvidarse del Señor y su voluntad directiva. Ante esta actitud no encontraremos una obediencia, porque al único que se obedece es a uno mismo.


Como ejemplo tenemos al pueblo de Israel, mantiene esa actitud hasta nuestros días porque las maldiciones que se dictan en este pasaje a los desobedientes, Israel los está sufriendo actualmente.


· Vr.21. Oposición a Dios.(22, 27, 40). La expresión en hebreo utilizada aquí es KERI, que significa “Contrario o encuentro hostil”. Como cuando dos enemigos se encuentran. Los versículos que utilizan esta expresión muestran una actitud de franca hostilidad hacia Dios debido al estado espiritual del pueblo. Algunos creyentes (y que bueno que no muchos) se encuentran en esta actitud, están enojados con Dios y todo lo que se refiera a Él, en esta situación lo menos que piensan es obedecer. Para estos casos, el Señor aplica un quebrantamiento extremo para atraer hacia si a los que están así. Nuevamente el pueblo de Israel en distintas etapas de su historia es un ejemplo clásico de esta actitud.


Como hemos visto, existe mucha evidencia bíblica que nos enseña que la oposición de la naturaleza pecaminosa a la obediencia no tiene límites.


El considerar seriamente la actitud de cada uno de nosotros con respecto a estos aspectos es muy importante para el progreso de la vida espiritual. Si al analizar tu vida te das cuenta que tienes al menos uno de estos puntos, tienes que reconocer que tu problema de obediencia es a causa de esto, debes ir delante de Dios y humillarte, confesar tu pecado y clamar por perdón y limpieza espiritual. Al hacerlo así tendrás la posibilidad de ser feliz al lado de tu Señor y glorificar su nombre hablando de su perdón y poder en tu vida.


Regresando a nuestro pasaje de Mateo, la obediencia requerida por el Señor no es decir un sí intelectual a la voluntad de Él y dejarlo allí, sino es la aplicación de la atención, reflexión, compromiso, confianza, exactitud ejercicio de la voluntad y acción que conforman la verdadera obediencia, todo esto se mostrará en el cumplimiento práctico de su voluntad en la vida de cada uno de nosotros.


Por ejemplo, la Palabra del Señor dice en Mt 28:19-20 19Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. La verdadera obediencia es: Ir a predicarles, confirmarlos en la fe, enseñarles la voluntad de Dios (discipularlos) y asegurarse de la hagan. La mayoría de nosotros no obedecemos ni la primera parte, otra parte del resto sólo predica y sólo algunos cumplen cabalmente este mandamiento.


FRUTO DE LA OBEDIENCIA


Así como el capítulo 26 de Levítico nos indica las maldiciones por la desobediencia, este mismo capítulo nos enseña que Dios dará múltiples bendiciones al decidir voluntariamente obedecerle.


Ahora bien, el estado natural del hombre es la desobediencia a la voluntad del Señor, esta obediencia se aprende con la práctica, porque ésta solo se completa cuando se ejecuta, es decir, cuando se cumple la obediencia a quien se sujeta.


La Biblia declara que aún Jesucristo aprendió la obediencia en Heb 5:8-9 Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; 9y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen. ¿Cómo explicamos este texto? Jesucristo antes de su encarnación, en su estado de Dios eterno, no tenía necesidad de obedecer a su Padre ya que ellos co-iguales en la trinidad divina, sin embargo en su encarnación, Él tomó el papel de siervo obediente como el Mesías redentor, totalmente sujeto a la voluntad del Padre (Jn 8:28-29 28Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo. 29Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada).


Dice en Ro 15:3-6 3Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito: Los vituperios de los que te vituperaban, cayeron sobre mí. 4Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza. 5Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, 6para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Alentándonos a seguir el ejemplo de Jesucristo que fue obediente en todo y de esta manera glorificar a Dios por medio de nuestro testimonio.


1P 1:22 Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro. El primer acto de obediencia en nuestra vida para con Dios fue aceptar la verdad del evangelio y obedecer el mensaje del mismo arrepintiéndonos de nuestro pecado y clamando a Él como salvador, esto limpió nuestro corazón y nos dio todo el potencial para ser hijos obedientes, porque ésta es la voluntad de Dios.


1P 1:13-16


13Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; 14como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; 15sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; 16porque escrito está: Sed santos, porque yo
soy santo.

El amor nunca deja de ser

Muchos nos han confesado dramáticamente: “Se me acabó el amor ...”, “Las cosas no se dieron como yo pensaba ...”, “Ya no la (lo) quiero” ... Si somos honestos, debemos reconocer que esto le ocurre a la gran mayoría de los matrimonios, tanto cristianos como no cristianos. Sin embargo, los cristianos tenemos una ventaja: tras la muerte del amor romántico, carnal, que se mueve al vaivén de los sentimientos y emociones, emerge el amor de Dios, que ha sido derramado en nuestros corazones, y que ‘nunca de dejar de ser’.

Dios nos ama; nosotros somos sus hijos, y Él, como Padre, es el primer preocupado por el estado de nuestro matrimonio. Él desea socorrernos. Proverbios 13:18 dice: “Pobreza y vergüenza tendrá el que menosprecia el consejo; mas el que guarda la corrección recibirá honra.” Muchos hijos de Dios pasan por pobrezas y vergüenzas tan sólo por no poner oído atento al consejo del Señor.

Cuando hablamos de matrimonio en la iglesia, estamos hablando de la unión de dos personas que tienen a Cristo en su corazón, y que, por tanto, han pasado de muerte a vida. Estos hombres y mujeres tienen al Señor Jesucristo como su Señor y su vida. Entonces, se puede esperar de ellos que, a medida que el tiempo transcurre, mayor habrá sido la siembra para el espíritu que para la carne.

Si el abordar el tema matrimonial, no podemos apelar a la fe y a la experiencia del creyente, entonces nos encontraríamos en el plano de la carne y de la sangre, y deberíamos acudir a un profesional que nos asista con los recursos de la ciencia humana; pero los que somos de Dios, apelamos a sus recursos, ya sea al trono de la gracia (Heb.4:16) o a la vida eterna que llevamos dentro (1ª Timoteo 6:12).

El amor de Dios vs. nuestro amor

“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca dejar de ser...” (1ª Cor.13:4-8).

Aquí está descrito el amor ‘ágape’, el amor de Dios, el que nunca deja de ser. ¿Estará este amor muy lejos de nosotros? Romanos 5:5 dice: “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.” “Derramado” implica abundancia. Este es un hecho divino en el corazón del creyente. ¿Qué se puede esperar de un esposo y una esposa, que son hijos de Dios, redimidos por la sangre preciosa del Cordero, en quienes habita el Espíritu Santo, el cual los conduce y los regula? Convengamos en que nuestro Dios no nos ha dado sólo unos cuantos mandamientos para nuestra conducta, sino que primeramente nos ha capacitado y vivificado por medio de su Santo Espíritu (Gál.4:6; Rom.8:9-11).

Recordemos por un momento aquel amor que se encendió en nosotros cuando nos encontramos con la persona que creímos que llenaba todas nuestras expectativas. ¡Oh, qué precioso es cuando llega el amor! Entonces nada nos importaba; no tuvimos ojos para nada ni nadie más; nos llenamos de sueños ¡hallamos al hombre (o la mujer) ideal! Vinieron cartas, citas, regalos, etc. ... ¡preciosa experiencia!

Ahora bien, aquel amor juvenil, apasionado, ciego, ¿se compara (o se asemeja) con el amor de 1ª Corintios 13? ¿Era sufrido, sin envidia, sin rencor, capaz de sufrirlo y soportarlo todo? Evidentemente, no.

Muchos nos han confesado dramáticamente: “Se me acabó el amor ...” “Las cosas no se dieron como yo pensaba ...” “Ya no la (lo) quiero” ... Si somos honestos, debemos reconocer que esto le ocurre a la gran mayoría de los matrimonios, tanto cristianos como no cristianos. Por tanto, que los mundanos se divorcien resulta comprensible. Difícilmente aceptarán el sufrimiento, rápidamente pensarán en “rehacer sus vidas”. Ellos no tienen al Señor en sus corazones y no tienen contemplado obedecer a Dios en ningún punto; para ellos la ceremonia religiosa no fue más que un trámite, un evento social para el ‘glamour’ ... En cambio, para un esposo o esposa creyente, no está contemplado el abandonar jamás a la mujer de su juventud (Prov.5:18-19). Es una ingenuidad pensar en un matrimonio sin sufrimientos y/o conflictos de distinta especie. El que se casa debe estar prevenido y preparado para soportar y ser soportado en muchas (o muchísimas) cosas.

Un hombre en la carne (Rom.8:6-8; Gál.5:19-21) es absolutamente impotente para soportarlo o sufrirlo todo; sólo buscará su autosatisfacción. Es hedonista en esencia. Pero hablando entre hombres y mujeres que tienen viva y presente en sus corazones la realidad del “amor que nunca deja de ser”, no temeremos, pues cuando el inmaduro amor sentimental juvenil comienza a disminuir hasta morir, se levantará poderoso y firme el “otro amor”, el de 1ª Corintios 13.

Entonces vas a valorar y amar a tu mujer, porque el Señor mismo te dirá: “Marido, ama a tu mujer: El que ama a su mujer a sí mismo se ama.” (Ef.5:25-28). No se puede pretender amar al Señor y ser despreciativo con la esposa. No puedo (o no podemos) amar al Señor, respetarlo, honrarlo, serle fiel, y no serlo con mi esposa (o con mi esposo). ¿Podemos ver que hay una gran solidez cuando llegamos a la persona y obra de nuestro Señor Jesucristo?

Nosotros con facilidad aplicamos el eterno amor de Dios a la salvación de los pecadores, a nuestra afiliación eterna al ser librados del infierno, y al participar de su gloria en el cielo. ¿Por qué no aplicarlo al matrimonio? ¿O acaso 1ª Corintios 13 no es aplicable a mi matrimonio?

Hermanos, nosotros tenemos tal amor, como ya dijimos, derramado en nuestros corazones. Nosotros proclamamos con gozo en medio de la asamblea de los santos: “La roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.” (Sal.73:26). Entonces, digamos también: “La roca de mi matrimonio es Dios para siempre” ... Esto es verdad, porque ya no somos más dos. Hemos venido a ser una sola carne, y lo que es verdad para uno, también lo es para con quien soy uno. ¡Dios, el bendito Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo sostiene y sustenta nuestro matrimonio!

Hermanos, contrario a cuanto personaje público piense, nosotros concebimos el matrimonio para toda la vida. A medida que evolucione la presente sociedad donde nos ha tocado vivir, creemos que el matrimonio quedará –finalmente– circunscrito a los creyentes. Que el mundo haga o piense lo que quiera; los santos, nos santificaremos todavía (Apoc.22:11).

Una aplicación para el matrimonio (Efesios 4:17-32)

Consideremos ahora la palabra de Efesios 4:17-32 aplicada a la vida matrimonial: Ya no tenemos el entendimiento entenebrecido, ya no se concibe la dureza en nuestro corazón. Hemos sido alumbrados por el Señor para que ahora se refleje la vida de Cristo en nosotros; es tiempo que se manifieste cuanto hemos aprendido en Él y con Él.

¿En verdad le hemos oído, y hemos sido por Él enseñados? (vers.4:21). Si no es así, entonces no nos extrañemos por tantos fracasos. Nada podemos esperar del “viejo hombre” (4:22), pero todo podemos esperarlo del “nuevo hombre” (4:24), que es Cristo en nosotros (Col.1:27). Si esta palabra es aplicable a la iglesia en general, ¿cuánto más lo será al matrimonio, donde verdaderamente somos miembros el uno del otro? (4:25).

Hay una “ira legítima”, un enojo repentino, a causa de cualquier situación de la vida cotidiana, que no es pecado. El Señor nos pone límite: “No se ponga el sol” para que estas “iras” no se acumulen hasta reventar en un conflicto mayor.

“Ni deis lugar al diablo”. Aquí se trata de abrir una puerta el enemigo de todo lo que es de Dios. El Señor nos perdone por cuantas veces hemos dado lugar al diablo. Por esto llegan aquellos enojos, rabias y enemistades; las acusaciones mutuas se multiplican, se traen a la memoria muchas cosas que la sangre del Señor ya pagó y sepultó. Esto es absolutamente ilegal e ilegítimo. Satanás se siente de alguna manera autorizado: “Ustedes desobedecieron, me dieron lugar”. Él no traerá ternura ni comprensión; viene a romper la paz, a turbar, a llenarnos de amargura y dolor. En la iglesia velamos por no darle espacio al enemigo. Los que ministran o presiden luchan porque no se les ceda terreno alguno. Pero, hermanos, la vida de la iglesia no termina en la reunión de los creyentes; no tenemos una vida matrimonial y otra eclesiástica. Llegamos al hogar con nuestra esposa, que es también nuestra hermana en Cristo. Ya hay dos reunidos en su Nombre: el Señor está aquí (Mateo 18:20). No demos, entonces, lugar al que viene para destruir. Vamos a la perfección como iglesia, pero también como matrimonio (Hebreos 6:1).

La voluntad del Señor es que seamos sustentadores de nuestro hogar (4:28), y que no sólo se suplan nuestras necesidades, sino que tengamos aun para bendecir a otros. No nos conformemos hasta que esto se cumpla en nosotros, y que haya recursos para los más necesitados y para apoyar la obra de Dios.

Nuestras palabras pueden edificar o contaminar a quienes nos escuchan. No osaríamos hablar palabras corrompidas en la iglesia. Tampoco tengo licencia para ser descuidado en el hablar cuando llego a mi casa. En este sentido, no somos libres; somos esclavos de Jesucristo para vivir siempre en Él y para Él. (Col.3:17).

No contristéis al Espíritu Santo
Otra palabra para meditar: “Y no con-tristéis al Espíritu Santo de Dios ...” (4:30). ¿Cómo está, cómo se siente esta bendita Persona entre nosotros, en mi vida matrimonial? Se trata del Espíritu del Dios vivo, el que le dio vida a la iglesia el día de Pentecostés, el que hizo maravillas con los primeros apóstoles, el que fortalece con poder en el hombre interior, nuestro Consolador, quien nos conduce a todas las riquezas de Cristo, para poseerlas y disfrutarlas.

¡Qué tremendo es esto, hermanos! Que siendo tan poderoso el Consolador nosotros le contristemos y aun lo apaguemos con nuestras carnalidades! Dios no nos hizo autómatas, Él espera que nos rindamos, que demos nuestra anuencia a su gobierno y autoridad, y que, al mismo tiempo, juzguemos la bajeza, la vileza de nuestro corazón (“Miserable de mí”, Ro.7:24). Dios nos dio su Espíritu para honra, gloria, hermosura, poder y victoria, pero nuestra vanidad y soberbia natural lo contrista. “Perdónanos, Señor, por haberte contristado; por toda ofensa y desobediencia contra el consejo de tu Santo Espíritu dentro de nosotros.”

¿Conoce usted, hermano, la libertad del Espíritu dentro de Ud.? ¡Cómo nos inspira y fortalece! ¿Conoce usted una reunión de iglesia llena de gloria, esas que deseamos que no terminen. El Espíritu Santo gobierna todo ¡Qué glorioso! Entonces, no lo contristemos más. Que pueda desplegar toda su gracia para hacernos crecer y avanzar, así en el matrimonio habrá cada vez menos amarguras, enojos, griterías, etc. Todos estos estorbos habrán sido violentamente quitados (4:31) de los corazones que ahora están aprendiendo a vivir llenos del Espíritu Santo.

Esta sección de Efesios termina con una exhortación a la benignidad, a la misericordia y al perdón (4:32). Aplicado al matrimonio, esto es un fuerte golpe al ‘machismo’ y a la prepotencia de muchos maridos. Estas cosas le parecerán a muchos cosa de ‘debiluchos’. Pero los creyentes, los que son de Cristo, los que viven en el Señor, son capaces de humillarse y pedir perdón cuantas veces sea necesario, cada vez que tengamos testimonio de haber herido o defraudado a nuestra esposa o familia. Esta actitud les dará confianza, y serán así testigos del trabajo del Señor en el corazón del que se humilla. Sólo el carnal, el soberbio, no se humillará nunca...

¡Amados, que nuestro matrimonio sea como una ofrenda de olor fragante! (Ef.5:1-2).